Un
gato
Héctor
Tizón
Él lo había dicho: si
llegan a mí, no lo soportaré, porque creía que el cuerpo de un hombre sirve
para todo menos para el dolor.
¿Y si después
reaparecía y confesaba voluntariamente, lealmente? ¿Qué es lo que podría decir
sin perder la cara, sin pecar? Que en un principio, sí, creyó ("Yo no
vengo a pacificar, sino a meter espada"). Sí, claro, vean ustedes mismos:
los mercaderes y el templo y los hipócritas. Sólo queríamos lo bueno y lo
justo. Pero no. Nadie quiere por ahora las confesiones espontáneas, sino el
horror del potro de tormento. Es como un juego y ninguno quiere cambiar sus
papeles. Un hombre sólo obtiene su justificación en la carne de otro hombre:
saber lo peor no nos consuela cuando lo peor es irremediable.
Al ser descubiertos
pudieron escapar, disgregados, y él echó a correr en la noche, a lo largo de la
calle junto al terraplén ferroviario. Ahora estaba aquí. Pero habían sido tres,
¿dónde estarían los otros? No hay valientes, sino gente que enmascara su miedo.
Sus pulmones estaban a punto de estallar cuando en su carrera encontró el
galpón, aparentemente abandonado. ¿O sólo era domingo? En un estrecho corredor,
entre cajones superpuestos, se echó a descansar, a respirar en calma, a
esperar. Todo estaba oscuro, luego comenzó a clarear. Con las primeras luces
distinguió la ventana, se arrastró hasta ella y con un dedo hizo un trazo sobre
el polvo del vidrio: las casas del frente eran bajas y modestas; apenas si
llovía. Vio pasar un perro siguiendo a otro perro y, mucho después, a una niña.
Apoyó la frente en la ventana para verla mejor. ¿Adónde iría? También su
hermana a esas horas quizá se aprestaba para ir a la escuela. A pesar de la
diferencia de edades, aún jugaban o él hacía que jugaban aunque al rato estaban
jugando de verdad. Su padre, el juez, había muerto hacía mucho, cuando cayó
sobre el estrado en plena audiencia, y él había sido con él como su padre y
también como el hermano de su padre y, a veces, como el hermano menor o su
hijo. La madre apenas si contaba, ocupada todo el día en su consultorio. La
madre le había prohibido llevar la gata a la cama. Pero cuando ella no llegaba
para darle las buenas noches y conversar un rato simulando una visita de gente
mayor, se desquitaba llevándola. Él había leído que un héroe, o un político
famoso, o un célebre gangster amaba a un gato; que en su despacho rondaba
siempre entre las carpetas un gato mimado por los jóvenes, solícitos y fornidos
guardaespaldas. Después transcurrieron varias horas en que nadie pasó junto a
su ventana, ni siquiera esos perros vagabundos. Y otra vez anocheció. A tientas
regresó a dormitar en el corredor entre los bultos apilados, pero inmediatamente
oyó, no tan lejanas, las sirenas de los vehículos policiales. Y después,
nítidamente, unas descargas como en una tormenta, como cuando se cierne la
tormenta. Se acurrucó quieto en su lugar y trató de pensar en otra cosa.
Amanecía otra vez. Pero las sensaciones obstruían sus recuerdos, los tejados,
una galería de gruesas columnas blancas en su casa paterna en las montañas
durante las vacaciones densas y breves y donde hacía siempre verano. Enseguida
volvió a escuchar la clara, evidente llegada de automóviles y, de inmediato,
creyó escuchar voces, ininteligibles. Se arrastró entre los cajones apilados,
apartándose del estrecho corredor. Después, paralizado, oyó que algo, un
florero, una lámpara, un objeto rotundo caía haciéndose trizas en el suelo.
Apoyándose en las rodillas y los antebrazos comenzó a buscar la salida, pero al
cabo se dio cuenta de que iba en sentido contrario. Los ruidos se hacían más
promiscuos, y también las voces, que antes creyó lejanas. Entonces descubrió
junto a uno de los cajones un trozo de alambre y no lo pensó más: trepó a los
cajones y se colgó de uno de los tirantes del techo, en el momento en que el
gato volvía a saltar echando al suelo otro de los frascos de pintura y los
primeros trabajadores, que acababan de descender de los camiones, penetraban en
el galpón esa mañana de lunes.
"Petróleo" de H. Tizón, leído por María Encabo
Nunca
es posible regresar a nada
La última de sus
visitas había ocurrido quizá cuatro años atrás. Aunque para alguien como él,
que había pasado largos años encerrado, el tiempo era distinto -pesado, lento,
denso y distinto-, aun así recién ahora -que en verdad lo pensaba- sentía que
había transcurrido, desde entonces, mucho más que la mera suma de meses y de
años. En aquel momento le había vuelto a decir -lo quiso decir por última vez-
que no volviera más; que nada valía la pena, que él ya era otro y que ella
también era y sería distinta a medida que el tiempo pasaba.
Estaban esa mañana de
un domingo sentados frente a frente, aunque separados por la tela metálica y la
discretamente alerta mirada de los guardianes. Las pocas palabras que ambos se
dijeron fueron en voz baja, en un tono que pretendía ser objetivo y neutral,
pero cohibido por un sentimiento que tal vez simulaba o disfrazaba de
indiferencia y quedaba en algo semejante al vacío. En esa última visita había
otras gentes, no lejos, en la misma situación, que también hablaban con voz
aplacada, aunque de vez en cuando reían. Hacía calor, lo recordaba porque
volvía a escuchar el seco, amortiguado, suave golpe de las aspas de los grandes
ventiladores que pendían del techo de aquella sala de recibo en el penal. Luego
sonó un timbre y él se levantó. "Es el primero", dijo ella. Y él dijo
que sí, que era el primero -faltaban dos más-, pero que era mejor así y que era
inútil esperar los otros dos. Ya estaba de pie cuando lo dijo. Ahora recordaba
la clara mirada de sus ojos, velados por la desdicha.
Ella después escribió
tres o cuatro cartas, que le entregaron abiertas, como siempre, y que sin
leerlas rompió y echó a la basura.
Después, empleando
varios sistemas impuestos por la voluntad y la disciplina, la expulsó de sus
recuerdos. Y, cuando al cabo de un largo y esforzado tiempo, cuando ya estaba
seguro de no tener nada ni a nadie, tuvo un sueño, y en el sueño la volvió a
ver, casi simultáneamente le notificaron que había sido indultado por el
gobernador. En el sueño estaba ella como la había conocido, su imagen, la
mirada de sus ojos, su indumentaria y su voz que le hablaba sin que sus labios
se movieran, como ocurre en los sueños; y ya no pudo apartarla de sí durante
los días y las noches, hasta que el pesado portal del cautiverio se abrió y él
estuvo luego de todos aquellos años en la calle. Era la víspera de Navidad.
A bordo del ómnibus que
lo llevaba al centro de la ciudad, iba redescubriendo el paisaje, que era el de
siempre; los edificios, algunos iguales a sí mismos y los automóviles tan
distintos, veloces y asombrosamente numerosos en comparación con los que hacía
mucho tiempo había dejado de ver. El sol se ponía. Nadie puede atrapar la
temblorosa belleza de un atardecer, pensó. Por la radio se escuchaban
villancicos una y otra vez.
Era ya de noche cuando
cobró el valor necesario y comenzó a caminar hacia la casa, en cuyo frente un
arbolito lucía adornos de luces encendidas; aquella misma casa adonde, casi al
mismo tiempo llegaba otro, que no era él, y con quien ella, que seguramente ya
esperaba en la puerta, estuvo largo momento abrazada, como si extrañamente
hubiese presentido alguna sombra ajena.
Después, definitivamente, los arbustos de enfrente
lo ocultaron.
(De Cuentos
completos, Alfaguara) Héctor Tizón
Héctor Tizón
(Yala, Jujuy, Argentina, 21 de octubre de 1929 - San Salvador de Jujuy, Jujuy,
30 de julio de 2012) fue un escritor, periodista, abogado y diplomático
argentino.
Biografía
Entre 1943 y 1948 vivió
en Salta, donde cursó el secundario y publicó sus primeros cuentos en el diario
El Intransigente. Formó parte del
grupo regional La Carpa, formado en
la década de 1940 por las provincias del noroeste argentino.
En 1949 se radicó en La
Plata. Diplomado en Derecho en el año 1953, inició en 1958 su carrera
diplomática. Fue agregado cultural en México, donde se vinculó con los
escritores Juan Rulfo, Ernesto Cardenal, Ezequiel Martínez Estrada, Augusto
Monterroso y Tomás Segovia, y cónsul en Milán.
Abandonó la diplomacia
en 1962 y, de regreso en Argentina, desempeñó brevemente el cargo de ministro
de Gobierno, Justicia y Educación.
Dirigió el diario Proclama. En 1976 se exilió en España,
donde trabajó en editoriales, diarios y revistas.
Afiliado a la Unión Cívica Radical, representó como
convencional a su provincia en la Convención Nacional que reunida en Santa Fe
sancionó la reforma constitucional de 1994 integrando el bloque radical
presidido por Raúl Alfonsín. A mediados de la década de 1990, a instancias de
la minoría radical, la legislatura jujeña lo designa Juez del Superior Tribunal
de Justicia, como Juez Decano, y vicepresidente del cuerpo.
Viajó largamente por el
mundo; como embajador de 1958 a 1962, como exiliado de 1976 a 1982, pero
"su lugar en el mundo", al que volvía una y otra vez, fue Yala,
provincia de Jujuy, donde se radicó tempranamente cuando su padre fue nombrado
jefe de la estación local.
Su primer libro fue
publicado en México en 1960, A un costado
de los rieles. Parte de su obra, siempre fiel a sus raíces y su lugar de
origen con sus mitos e historias, ha sido traducida al francés, inglés, ruso,
polaco, alemán y serbocroata. Su obra ha sido distinguida con varios premios,
incluyendo el «Konex de Brillante», así como con los de «Consagración
Nacional», Academia de Letras, «Gran Premio de Honor» de la Sociedad Argentina de Escritores, y del Fondo Nacional de las Artes; fue
declarado ciudadano ilustre y recibió una medalla por su trayectoria, labor y
virtud de su extensa obra de gran importancia para la literatura universal.
Recibió en Francia la condecoración de Caballero
de la Orden de las Artes y las Letras en 1996, y el Premio Dos Océanos en 1999 por su novela Luz de las crueles provincias.
Su esposa era Flora
Guzmán, destacada lingüista, crítica literaria y doctora en Filología hispánica
por la Universidad Complutense de Madrid.
El Centro Cultural Héctor Tizón de San Salvador de Jujuy fue nombrado
en su honor. Una calle de Palpalá, Jujuy, lleva su nombre.
Obras
Novelas
Fuego en Casabindo
(1969)
El cantar del profeta y
el bandido (1972)
Sota de bastos, caballo
de espadas (1975)
La casa y el viento
(concluido en España en 1982, publicado en Argentina en 1984)
El viaje (1988)
El hombre que llegó a
un pueblo (1988)
Luz de las crueles
provincias (1995)
La mujer de Strasser
(1997)
Extraño y pálido fulgor
(1999)
El viejo soldado
(escrito en el exilio, publicada en 2002)
La belleza del mundo
(2004)
Cuentos
Petróleo
A un costado de los
rieles (1960)
El jactancioso y la
bella (1972)
El traidor venerado
(1978)
El gallo blanco (1992)
Otros
La España borbónica
(1978) Ensayo
Recuento (1984)
(antología personal)
Tierras de frontera
(1998) Ensayo
Obra completa (1998)
No es posible callar
(2004) Ensayos
Cuentos completos
(2006)
El resplandor de la
hoguera (2008) Memorias
Memorial de La Puna.
Ciego en la resolana.
La Puna como lenguaje
En un artículo, se
explicó refiriéndose a la obra de Tizón: "El
paisaje no es el marco que encuadra la historia o los personajes; el paisaje es
la historia misma, porque así como el personaje engendra el paisaje, en un
movimiento de endogénesis, también los personajes y sus historias solo pueden
ser concebidos en ese paisaje".
Si bien en la obra de
Tizón existen situaciones que se dan en lugares puntuales como la Puna de
Atacama, las historias que en sus textos se cuentan exceden cualquier
regionalismo y folclore, centrándose más bien en los problemas universales del
hombre, esto es, la vida, la muerte, el amor, el sentido de la amistad, el
odio, etcétera.
Sobre la génesis de sus
relatos
Al referirse al modo de
crear sus cuentos, Tizón nos dice: "Generalmente,
un cuento se me da por medio de la imagen, no algo que veo con los ojos sino
una imagen que puedo prever, una imagen mental. El otro camino puede ser una
frase cualquiera". Y, acerca del dominio de su oficio, el escritor
habla de "herramientas" que
están "en los almacenes universales
del arte de escribir" y "algunas
que me he fabricado yo mismo adaptándolas a otras".
Estilo y límites
Si prestamos atención a
la cantidad de libros escritos, el novelista gana al cuentista; pero si se
atiene a la factura de la obra, en ambos géneros Tizón prefiere la intensidad y
el límite propios del cuento. Da la impresión de querer verter toda su potencia
narrativa no tanto en el argumento como en la atmósfera; y lo hace con
parquedad magistral, en absoluto presuntuosa, no derrochando palabras, contando
la historia como si las palabras pudiesen herir al lector si se abusa de ellas.
Características de su
producción literaria
En términos generales,
interesa remarcar dos momentos de su producción literaria, inseparables de su
biografía: el antes y el después del exilio, de su salida forzosa de Yala.
Tizón, aunque obsesionado por el arraigo, se exilió en España (1976-1982)
durante la dictadura militar de la Argentina y es donde se produce un cambio
fundamental que interviene profundamente su universo literario. La primera
etapa podría estar representada por los libros escritos antes del exilio, como
las novelas "Fuego en Casabindo" y "El cantar del profeta y el
bandido"; y los cuentos "El jactancioso y la bella" y "El
traidor venerado". A la segunda etapa se le adscribe lo escrito durante el
destierro y después de él. Su tema recurrente es ahora el abandono de lo
propio. "La casa y el viento" es, por ejemplo, la crónica del exilio,
de la huida onírica a través de la Puna en un intento tal vez desesperado por
salvar su vida. El cuento "Los árboles" retoma el tema de la
desolación del extranjero, la imposibilidad (vivida intensamente por él mismo)
de no poder crear en una tierra extraña. Al regreso a la Argentina, la novela
"El hombre que llegó a un pueblo" es el fracaso de esa llegada. El
cuento "Regreso" narra las perplejidades de un regreso imposible.
Filmografía
Le mot juste
(documental biográfico), dirigida por Eduardo Montes Bradley. Argentina, 2004.
El destino (en Internet
Movie Database, en inglés), película de Miguel Pereira basada en la novela El hombre que llegó a un pueblo,
ganadora del Premio del Jurado Ecuménico del Festival Internacional de Karlovy
Vary 2006, España/Argentina, 2006.
Petróleo,
película basada en el cuento del mismo nombre, cine independiente, dirigida por
Nicolás Ballistreri, y protagonizada por Juan Carlos Nozzy, con gran elenco.
San Nicolás, Argentina, 2013-2014.
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