EL
MONITO
Roberto
Fontanarrosa
Llore Monito, llore.
Usted puede. A usted se le permite que no es vergüenza llorar cuando las
lágrimas tienen la pureza recóndita de aquello que llega desde el corazón que
no quiere aflojar ante terceros. Tal vez, pibe, tal vez Monito, son las mismas
lágrimas que, años atrás, no tantos quizás, usted tuvo que enjugar con el revés
de la mano sucia de tierra en el fondo de la casita del patio con geranios y
malvones de barrio Arroyito. Tal vez son las mismas lágrimas vertidas por la
rabia, la impotencia, la vergüenza, ante el coscorrón justiciero de su viejita
laburante cuando usted no llegaba a la hora establecida para tomar la leche.
¿Cómo iba a entender su
madre, Monito, aquel cariño entrañable por la pelota de fútbol, que lo mantenía
lejos de la casa, demorado, en ese romance infantil con la de cuero, en los
yuyales sabios del campito que no sabía de redes ni de cal, tras de la vía?
¿Cómo podía entender su viejo, pibe, su viejo, don Telmo, el genovés terco de
canzonetta y nostalgia, su noviazgo purrete con la de gajos y ese lenguaje
dulcemente nuestro de los túneles, la pisada, el chanfle, los taquitos y la
rabona? Porque no era, no, una piba quinceañera, rubia y pizpireta, de ojos
celestes como los de la pulpera de Santa Lucía, lo que a usted le impedía
volver en el horario, a gritos reclamado por su madre. No era, no, Monito, el
despertar púber del primer amor enredado en los últimos giros de un trompo o en
la galleta enojosa del hilo de un barrilete, el que lo hacía terminar los
deberes de la escuela a las corridas y escapar luego, gorrión ansioso, pájaro
encendido, hacia la complicidad abierta de la calle, el griterío alborozado de
los pibes y el llamado seductor de un taconeo. No Monito, lo suyo era más
simple, como son simples las cosas que nacen del corazón y eluden las frías
especulaciones de la mente. No. Lo suyo era tan sólo la caricia tierna de la
capellada de su botín zurdo en la pelota, el toque, la volea, la suela que
aprieta el fútbol indócil y lo convence, lo persuade, lo amaestra. Lo suyo era
el amague, el pique corto, el freno seco, y el pecho amigo para que allí se
durmiera la bella amada cuando caía desde el cielo como un globo cansado de
volar sin rumbo cierto. ¡Mire qué fácil, pibe, que era aquello! De la misma
forma en que el amor, el puro amor, se presenta, florece y crece como una flor
nocturna, como un clavel del aire brotado en la luminosidad escasa de un
pasillo, así creció en usted el sortilegio. Nadie le enseñó, como no se enseña
el dolor ni la paciencia, ni se sabe de dónde surge el gusto por silbar o el de
hablar bajo. Usted ya lo traía impreso, se lo digo, quizás desde el fondo de la
historia de ese barrio que ha visto nacer a tantos ídolos y guarda en el aire
la vibración, el eco, el reverbero de mil goles gritados en la tarde, atronando
el cemento, quebrando la quieta y asombrada calma de su río. O lo aprendió como
se aprenden estas cosas, mirando a los demás, tratando de atrapar con ojos
asombrados el misterio metafísico del chanfle, la secreta ley física que hace
que el balón vaya hacia allá y dé una vuelta. Por eso, por todo eso, pibe, no
se inquiete si lo ven aflojar y su mirada se empaña como el cristal de una
ventana cuando recibe el tamborileo sonoro de la lluvia. No. Llore Monito,
llore. Usted puede. A usted se le permite.
Así lo soñó usted tal
vez, un día, allá, aferrado a la almohada confidente de su cama, en la casita
del patio con geranios y malvones, alguna de esas noches de verano cuando el
calor aprieta y el sueño viene:
Ya está el mago de
varita presta. Ya está el ilusionista sutil que hace creer en cosas que no
existen y miente que en el dorso de su mano se ocultan pañuelos, palomas y
barajas. Está en el medio de la cancha y su eterna enamorada, la pelota, parece
que se ha ido y está inmóvil, simula emprender vuelo y no se aleja, o bien hace
creer que se le escapa pero vuelve bajo la presión apenas ruda de la suela.
Ahora el estadio enmudece, el mago muestra el juego. El Monito arranca y
empieza el toque, el pelotazo sabio, el amague que argumenta una cosa y dice
otra. De la zurda precisa del insider
brotan conejos, luces multicolores, toques lujosos, las dos cortas sabidas y
una larga, la cabeza alta, el ojo inquieto. El público se deleita. Ya la metió
de nuevo bajo el pie, la mostró, “ahí la tenés, es tuya” ha dicho, pero no está
más, la sacó, la puso en otro lado, la cambió de lugar, la amarreteó de nuevo.
Allá está el compañero, el wing derecho,
no lo ha visto, pero gira y le pone el pelotazo desde cuarenta metros, en el
pecho. Sólo faltan los clarines, los clarines, las fanfarrias, el galope
incesante de los corceles blancos girando en torno de la cancha y las ecuyères
de pie sobre sus ancas.
Así lo soñó usted, tal
vez, un día, Monito. Ya el espectáculo termina y, a pesar de la magia del insider, a pesar de sus moñas y regates,
pibe, a pesar de las cuatro pelotas de gol que usted puso en los pies del centrofoward, el partido se agosta en la
chatura aburrida del empate. Pero faltaba, nomás, la carcajada. El cierre
magistral, la pincelada justa que el artista deposita por fin sobre la tela e
ilumina el azul, aviva grises y ruboriza la macilencia de los sepias. Faltaba
nomás, la carcajada. Ese balón que llega de atrás, como un balazo. El pecho
receptor del entreala tan afecto a refrenar, mullido, el rebote previsto de la bola.
Ya empieza la danza, el giro sobre un pie para enfrenta el arco y el resbalar
mansamente de la globa del pecho a la rodilla y de allí al suelo. Allí, en la
temible ferocidad del área, allí, donde la puerta de las dieciocho se convierte
en muralla pertrechada, donde hay piernas, codos, tapones alevosos y guadaña,
allí la puso en el piso el entreala. Allí, en esa media luna, en lo que algunos
llaman la empanada, allí donde uno se olvida de la novia, del primer amor, de
lo aprendido en la escuela, de la Vieja, “vení conmigo” le dijo el Monito a su
amiga del alma. Y se metió en el área con pelota dominada.
No sé si hubo un caño o
fueron cuatro. Quebró la cintura, pisó el cuero, pareció en un momento que
pateaba, se le vinieron dos, se cerró el cuatro pero el Monito la llevaba
atada.
Tal vez ya no me
acuerdo, decime vos si miento, pero quedó frente al arquero y la puso en un
rincón, de cachetada. No el cachetazo mordaz, el del reproche, sino el empujón
cordial, el que te aprueba, la palmada que se le da a un pibe y se le dice
“cruzá que yo te miro”. La pelota entró pidiendo permiso y ni tocó la red de
puro cauta. Luego, el pibe se fue hasta su tribuna y adentro de su puño apretó
el gol, lo abrió de golpe y fue otra vez paloma y carcajada.
Llore Monito. Así lo
soñó usted tal vez un día, en la casa de malvones y geranios del barrio
Arroyito. Y se quedó en sueño nomás, no se dio nunca.
—¡Tan bueno que parecía
de purrete! Nunca llegó a jugar ni en la tercera. Y en el equipo que se arma en
la oficina a veces lo ponen un rato y otras, nada. Está gordo, pibe, algo
pelado. Y me han dicho que ni va a la cancha.
BOOGIE, EL ACEITOSO (película animada argentino/mexicana)
Roberto
Alfredo el Negro Fontanarrosa
(Rosario, Argentina, 26 de noviembre de 1944 - Rosario, Argentina, 19 de julio de 2007) fue
un humorista gráfico y escritor argentino.
Nació en la ciudad de
Rosario, en 1944. Durante su infancia vivió en el centro de la ciudad en un
antiguo edificio en la esquina de Catamarca y Corrientes (más precisamente en
Catamarca 1421).
Fue a la escuela
primaria Mariano Moreno y comenzó la
secundaria en la escuela Industrial (hoy Politécnico). Su carrera comenzó a
finales de los años 60 como dibujante humorístico en la Revista Boom de Rosario (1968) luego en Zoom y Deporte 70
destacándose rápidamente por su calidad y por la rapidez y seguridad con que
ejecutaba sus dibujos. Estas cualidades hicieron que su producción gráfica
fuera copiosa. Por el año 1973 dibuja en las revistas Hortensia y Satiricón y
en el diario Clarín. Entre sus
personajes más conocidos están el matón Boogie
El Aceitoso y el gaucho Inodoro
Pereyra y su perro Mendieta.
Sobre la introducción de este último personaje en sus tiras, Fontanarrosa
explicó: “Es muy difícil meter un caballo en un cuadrito de historieta, por lo
tanto apareció un perro. Y se llama Mendieta porque me causaban gracia los
perros con nombres humanos.”
Su fama trascendió las
fronteras de Argentina. Por ejemplo, Boogie,
el aceitoso empezó a publicarse en un
diario de Colombia, y luego fue publicado muchos años por el semanario mexicano
Proceso.
Se le conocía su gusto
por el fútbol, deporte al cual le dedicó varias de sus obras. El cuento 19 de diciembre de 1971 es un clásico de
la literatura futbolística argentina. Como buen «futbolero» siempre mostró su
simpatía por el equipo al que seguía desde pequeño, Rosario Central. En 1954 el
pequeño Fontanarrosa, con diez años, fue a la cancha por primera vez a ver al
club de sus amores que jugaba frente a Tigre.
Una de sus citas más conocidas sobre el fútbol es:
"Si hubiera que ponerle música de fondo a mi vida, sería la transmisión de
los partidos de fútbol".
En los años setenta y
ochenta, se lo podía encontrar tomándose un café en sus ratos libres en el bar El Cairo (esquina de calles Santa Fe y
Sarmiento), sentado a la metafórica «mesa de los galanes», escenario de muchos
de sus mejores cuentos. Desde los años noventa, la mesa se mudó al bar La Sede hasta la reapertura de El Cairo.
Fontanarrosa era un
verdadero habitué: “Yo, al cielo, le pondría canchitas de fútbol y un par de
bares, porque en el bar estás en tu casa y a la vez estás balconeando la
calle.”
Se casó dos veces. Con
su primera esposa tuvo a su único hijo, Franco. Su segunda esposa, Gabriela
Mahy, lo conoció en 2002 y contrajeron matrimonio en noviembre de 2006, previo
divorcio.
Su amor por Rosario
“Los rosarinos somos
creativos, a falta de paisaje Rosario tiene lindas minas y buen fútbol. ¿Qué
más puede pretender un intelectual?” Esa era la respuesta de Roberto
Fontanarrosa cada vez que le preguntaban por qué vivía en Rosario y además agregaba:”Soy,
lo confieso, uno de los tantos rosarinos que anhelan, egoístamente, que no
seamos millones.”
Últimos años
En 2003 se le
diagnosticó esclerosis lateral amiotrófica (ELA), por lo que desde 2006 utilizó frecuentemente
una silla de ruedas.
Fue expositor en el III Congreso de la Lengua Española que
se desarrolló en Rosario (Argentina), el 20 de noviembre de 2004. En el mismo
dio la charla titulada «Sobre las malas palabras».
El 18 de enero de 2007
anunció que dejaría de dibujar sus historietas, debido a que había perdido el
completo control de su mano derecha a causa de la enfermedad. Sin embargo
aclaró que continuaría escribiendo guiones para sus personajes. Desde
entonces, el historietista Crist se
encargó de ilustrar sus chistes sueltos, mientras que Oscar Salas hacía lo mismo con sus historietas de Inodoro Pereyra.
Muerte
Fontanarrosa falleció
el 19 de julio de 2007, a los 62 años, víctima de un paro cardiorrespiratorio
una hora después de ingresar en un hospital con un cuadro de insuficiencia
respiratoria aguda.
Muchos y merecidos
premios recibió por su trabajo, pero quizá el más importante fue el cariño con
el que la gente lo despidió cuando nos dejó: fue enterrado al día siguiente de
su muerte, acompañado por cientos de ciudadanos, entre ellos escritores,
actores y autoridades de la política nacional.
La marcha hizo una
parada por espacio de unos minutos en cercanías al Estadio Gigante de Arroyito (estadio de Rosario Central; club del cual Fontanarrosa era un reconocido
hincha), y luego continuó hacia el norte, hacia el cementerio Parque de la Eternidad en la vecina
localidad de Granadero Baigorria,
donde fue enterrado.
Quienes lo conocieron
dicen que fue una persona divertida, inteligente, humilde y gran cultor de la
amistad.
En noviembre de 2008 la
segunda esposa, Gabriela, decidió radicar una denuncia demandando a Franco, el
hijo del escritor, por los derechos intelectuales de la obra. La mujer lo acusa
de quedarse con las regalías por los libros y otros escritos.
Premios
y distinciones
De
mí se dirá posiblemente que soy un escritor cómico, a lo sumo. Y será cierto.
No me interesa demasiado la definición que se haga de mí. No aspiro al Nobel de
Literatura. Yo me doy por muy bien pagado cuando alguien se me acerca y me
dice: «Me cagué de risa con tu libro».
Fontanarrosa
El 26 de abril de 2006,
el Senado le entregó la Mención de Honor
Domingo Faustino Sarmiento, en reconocimiento a su vasta trayectoria y
aportes a la cultura argentina.
En diciembre de 2006
recibió en la Feria Internacional del
Libro en Guadalajara (México) el premio «La Catrina», reconocimiento que
cada año se entrega en el Encuentro
Internacional de Caricatura e Historieta.
Recibió además el Premio Konex de Platino en 1994 y el Konex en 1992.
En 2009 su personaje Inodoro Pereyra forma parte de la
muestra "Bicentenario: 200 años de Humor Gráfico" que el Museo del Dibujo y la Ilustración
realiza en el Museo Eduardo Sívori de
Buenos Aires, homenajeando a los más importantes creadores de la historia
argentina.
El 26 de noviembre, fue
instituido como el Día Nacional del
Humorista, en conmemoración del nacimiento de Roberto Fontanarrosa.
Desde 2014, por
ordenanza del Honorable Concejo Municipal
de Rosario, su casa natal fue declarada esquina “Roberto Fontanarrosa
Publicaciones
Escritor incansable,
publicó tres novelas y doce libros de cuentos a través de los cuales mostró la
genialidad de un escritor capaz de manejar con soltura gran diversidad de
estilos. Muchos de sus cuentos fueron dramatizados y convertidos en obras
teatrales, fílmicas o televisivas. Se han escenificado más de cinco versiones
de Inodoro Pereyra, la última de
ellas por el elenco El Galpón (de
Montevideo). Asimismo, el cuento El mundo
ha vivido equivocado ha sido adaptado innumerables veces para teatro.
Recopilaciones de
chistes sueltos
¿Quién es Fontanarrosa?
Fontanarrisa
Fontanarrosa y los
médicos
Fontanarrosa y la
política
Fontanarrosa y la
pareja
El sexo de Fontanarrosa
El segundo sexo de
Fontanarrosa
Fontanarrosa contra la
cultura
El fútbol es sagrado
Fontanarrosa de penal
Fontanarrosa es Mundial
(donde se recopilan las crónicas periodísticas que realiza en ocasión del
mundial de fútbol de 1994).
Fontanarrosa continuará
Publicaciones de
historietas
Los clásicos según
Fontanarrosa
Semblanzas Deportivas
Sperman
Inodoro Pereyra (tomos
1 a 32).
Boogie, el aceitoso
(tomos 1 a 12). Este último se publicó en diarios uruguayos, colombianos, y
mexicanos. También se han publicado libros con recopilaciones del personaje en
Brasil e Italia.
Novelas
1981: Best Seller (las
aventuras del mercenario sirio homónimo)
1982: El área 18
1985: La gansada
Libros de cuentos
Fontanarrosa se la
cuenta (1973) (Reeditado como Los trenes matan a los autos).
El mundo ha vivido
equivocado (1982).
No sé si he sido claro
(1986).
Nada del otro mundo
(1987).
El mayor de mis
defectos (1990).
Uno nunca sabe (1993).
La mesa de los galanes (1995).
Los trenes matan a los
autos (1997).
Una lección de vida
(1998).
Puro fútbol (2000).
Te digo más... (2001).
Usted no me lo va a
creer (2003).
El rey de la milonga
(2005).
19 de diciembre de 1971
(2006), cuento incluido en el libro Once contra once. Cuentos de fútbol para
los fanáticos del fútbol.
Negar todo (2013).
Películas
Como intérprete
Cine Negro (2006) -
Entrevistado
¿De quién es el
portaligas? (2007) - Juez
Imaginadores (2008) -
Entrevistado
Puerta 12 (2008) -
Entrevistado
Fútbol Violencia S.A.
(2009) – Entrevistado
Como guionista
Martín Fierro: la
película (2007).
Cuestión de principios
(2009).
Como autor
Metegol (2012).
Boogie, el aceitoso: la
película (2009).
Cuestión de principios
(2009).
Tómalo con calma
(mediometraje) (2005).
El vuelo de la oca
(mediometraje) (2004).
Una historia de tango
(corto) (2000).
Los duelistas (corto)
(1997).
La planicie de
Yothosawa (corto).
Como diseñador de
personajes
Martín Fierro: la
película (2007).
Boogie, el aceitoso: la
película (2009).
Televisión
Los cuentos de
Fontanarrosa (2007).12
Otros
No te vayas campeón
(2000).
Notas
Biografía en
NegroFontanarrosa.com
III Congreso de la Lengua Española que se desarrolló en Rosario (Argentina), el 20 de noviembre de 2004. En el mismo dio la charla titulada "Sobre las malas palabras"
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