Tuesday, January 01, 2019

ALAIN ROBBE-GRILLET


La playa


Alain Robbe-Grillet

Tres niños caminan a lo largo de una playa. Avanzan, uno al lado del otro, llevándose de la mano. Tienen sensiblemente la misma estatura, y sin duda también la misma edad: una docena de años. El del medio, sin embargo, es un poco más pequeño que los otros dos.
Aparte de estos tres niños, toda la larga playa está desierta. Es una banda de arena bastante ancha, uniforme, desprovista de rocas aisladas como agujeros en el agua, inclinada apenas entre el acantilado abrupto, que parece sin salida, y el mar.
Es un día hermoso. El sol ilumina la arena amarilla con una luz violeta, vertical. En el cielo no hay una sola nube. Tampoco hay viento. El agua es azul, calma, sin la menor ondulación que venga de mar adentro, aunque la playa se despliega sobre mar abierto, hasta el horizonte.
Pero a intervalos regulares, una ola súbita, siempre la misma, nacida a algunos metros de la orilla, se infla bruscamente y rompe en seguida, siempre sobre la misma línea. No se tiene la impresión de que el agua avance, y después se retire; es, al contrario, como si cada movimiento se ejecutara en su lugar. La hinchazón del agua produce primero una ligera depresión, del lado de la playa, y la ola retrocede un poco, con un rumor de roce de arenisca; después estalla y se expande, lechosa, sobre el declive, para volver a ganar el terreno perdido. Apenas sí una subida más fuerte, aquí y allá, moja por un instante algunos decímetros suplementarios.
Y todo queda de nuevo inmóvil; el mar, liso y azul, exactamente detenido a la misma altura sobre la arena amarilla de la playa, en la que caminan uno al lado del otro los tres niños.
Son rubios, casi del mismo color que la arena: la piel un poco más oscura, el cabello un poco más claro. Están vestidos los tres de la misma manera, pantalón corto y camisita, ambos de una gruesa tela de un azul deslavado. Caminan uno al lado de otro, llevándose de la mano, en línea recta, paralelamente al mar y paralelamente al acantilado, casi a igual distancia de ambos, aunque un poco más cerca del agua. El sol, en el cenit, no proyecta ninguna sombra a sus pies.
Ante ellos la arena es enteramente virgen, amarilla y lisa desde el acantilado hasta el agua. Los niños avanzan en línea recta, a una velocidad regular, sin producir el menor cambio en ella, tranquilos y llevándose de la mano. Detrás de ellos la arena, apenas húmeda, marcada por tres líneas de huellas dejadas por sus pies desnudos, tres sucesiones regulares de huellas semejantes e igualmente espaciadas, bien cavadas, sin rebordes.
Los niños miran derecho ante ellos. No echan siquiera una mirada hacia el alto acantilado, sobre su izquierda, ni hacia el mar cuyas olitas rompen periódicamente, sobre el otro lado. Menos todavía se vuelven, para contemplar detrás de ellos la distancia recorrida. Prosiguen su camino, con un paso igual y rápido.
Ante ellos, una bandada de pájaros del mar zanquea en la orilla, justo en el límite de las olas. Progresan paralelamente a la marcha de los niños, en el mismo sentido que ellos, a un centenar de metros aproximadamente. Pero como los pájaros van mucho menos rápido, los niños se aproximan a ellos. Y mientras el mar borra los trazos de las patas estrelladas a medida que se imprimen, los pasos de los niños permanecen inscriptos con nitidez en la arena apenas húmeda, donde las tres líneas de huellas continúan alargándose.
La profundidad de estas huellas es constante: cerca de dos centímetros. No están deformadas ni por el hundimiento de los bordes ni por un hueco demasiado grande del talón o de la punta. Parecen recortadas de un modo incisivo sobre una capa superficial, más móvil, del terreno.
Su triple línea se desarrolla así cada vez más lejos, y parece al mismo tiempo disminuir, retardarse, fundirse en un solo trazo que separa la playa en dos bandas, en toda su longitud, y que termina en un menudo movimiento mecánico, allá abajo, como ejecutado siempre en el mismo lugar: el descenso y el ascenso alternado de seis pies desnudos.
Sin embargo a medida que los pies desnudos se alejan, se aproximan a los pájaros. No solamente ganan terreno rápidamente, sino que la distancia relativa que separa a los dos grupos disminuye todavía mucho más rápido, en comparación al camino ya recorrido. Pronto no hay más que algunos pasos entre ellos…
Pero cuando los niños parecen estar al fin por alcanzar a los pájaros, estos sacuden de pronto las alas y vuelan, uno primero, después dos, después diez… Y toda la bandada, blanca y gris, describe una curva por encima del mar para regresar a asentarse sobre la arena y volver a zanquear, siempre en el mismo sentido, sobre el límite de las olas, aproximadamente a una centena de metros.
A esta distancia, los movimientos del agua son casi imperceptibles, a no ser por un cambio súbito de color, cada diez segundos, en el momento en que la espuma destellante brilla al sol.
Sin ocuparse de las huellas que continúan trazando, con precisión, en la arena virgen, ni de las olitas a su derecha, ni de los pájaros, que por momentos vuelan y por momentos caminan, precediéndolos, los niños rubios avanzan uno al lado del otro, con un paso igual y rápido, llevándose de la mano.
Sus tres rostros bronceados, más oscurecidos que sus cabellos, se parecen. La expresión es la misma: seria, reflexiva, posiblemente preocupada. Sus rasgos son también idénticos, aunque, visiblemente, dos de los niños son varones y la tercera una niña. Los cabellos de la niña son apenas un poco más largos, un poco más ondeados, y sus miembros apenas un poco más gráciles. Pero la ropa es enteramente la misma: pantalón corto y camisita, uno y otra de una gruesa tela de azul deslavado.
La niña se encuentra en el extremo derecho; del lado del mar, a su izquierda, camina el varón que es ligeramente más pequeño. El otro varón, el más próximo al acantilado, tiene la misma estatura que la niña.
Ante ellos se extiende la arena amarilla y lisa hasta perderse de vista. Sobre su izquierda se levanta la pared de piedra parda, casi vertical, en la que no se ve ninguna salida. Sobre su derecha, inmóvil y azul desde el horizonte, la superficie lisa del agua es bordeada por un ribete súbito, que rompe en seguida para expandirse en espuma blanca.
Después, diez segundos más tarde, la onda que se infla cava de nuevo la misma depresión, del lado de la playa, con un rumor de roce de arenisca.
La olita rompe; la espuma lechosa trepa de nuevo la pendiente, volviendo a ganar algunos centímetros de terreno perdido. En el silencio que sigue, tres campanadas lejanas resuenan en el aire calmo.
-Ahí está la campana -dice el más chico de los varones, el que camina en el medio.
Pero el ruido de la arenisca que el mar aspira cubre el demasiado débil tintineo. Es necesario esperar el fin del ciclo para percibir de nuevo algunos sonidos, deformados por la distancia.
-Es la primera campanada -dice el más grande.
La olita rompe a su derecha.
Cuando la calma regresa, no escuchan más nada. Los tres niños rubios caminan siempre con la misma cadencia regular, llevándose los tres de la mano. Ante ellos la bandada de pájaros que no está más que a unas zancadas, ganada por un brusco contagio, sacude las alas y se echa a volar.
Describen la misma curva encima del agua, para venir a posarse otra vez sobre la arena y volver a zanquear, siempre en el mismo sentido, justo sobre el límite de las olas, aproximadamente a una centena de metros.
-Puede ser la primera -continúa el más pequeño- si no se ha oído la otra, antes…
-La habríamos oído igual -responde su vecino.
Pero no han, por esto, modificado su paso; y las mismas huellas, detrás de ellos, continúan naciendo, a medida que las imprimen sus seis pies desnudos.
-Dentro de un rato no estaremos tan cerca -dice la niña.
Después de un momento, el más grande de los varones, el que se halla del lado del acantilado, dice:
-Estamos todavía lejos.
Y caminan a continuación los tres en silencio.
Se callan hasta que la campana, siempre indistinta, resuena de nuevo en el aire calmo. El más grande de los varones dice entonces: “Ahí está la campana.” Los otros no responden.
Los pájaros que están a punto de alcanzar sacuden las alas y vuelan, uno primero, después dos, después diez…
Después toda la bandada está de nuevo posada sobre la arena, progresando a lo largo de la orilla alrededor de cien metros delante de los niños.
El mar borra los rastros estrellados de sus patas a medida que las imprimen. Los niños, por el contrario, que caminan más cerca del acantilado, uno al lado del otro, llevándose de la mano, deja detrás de ellos huellas profundas, cuya triple línea se alarga paralelamente en los bordes, a través de la larguísima playa.
A la derecha, del lado del agua inmóvil y lisa, rompe, siempre en el mismo lugar, la misma pequeña ola.

Trans-Europ-Express es una película de 1966 escrita y dirigida por Alain Robbe-Grillet y protagonizada por Jean-Louis Trintignant y Marie-France Pisier . El título hace referencia a Trans Europ Express , una antigua red ferroviaria internacional en Europa. También en el reparto estaban Nadine Verdier, Christian Barbier, Charles Millot, Catherine Robbe-Grillet y el director.


Alain Robbe-Grillet (Brest, Bretaña; 18 de agosto de 1922-Caen, Normandía; 18 de febrero de 2008) fue un escritor y cineasta francés. Fue el principal teórico y animador del movimiento literario llamado nouveau roman (traducido como nueva novela).

Biografía

Nació en Brest; sus padres eran Gaston Robbe-Grillet, creador de una modesta empresa de cartones, e Yvonne Canu, de la zona de Brest. Pasaron pronto a vivir en París, donde Alain estudió en el liceo Saint-Louis, aunque los veranos iba a la costa bretona o al Jura, de donde era su padre. Se graduó en agronomía durante la Ocupación, y en el último año de la guerra estuvo en un campo de trabajo en Alemania, obligado por los ocupantes.​ Ya como ingeniero agrónomo de profesión, viajó por Marruecos, Guinea, La Martinica o Guadalupe de 1949 a 1951. Luego, la abandonó para dedicarse a la literatura.
En 1953 publicó en la editorial Les Éditions de Minuit Les gommes, su primera obra con esa intención narrativa, que obtuvo el Prix Fénéon. Obtuvo críticas muy favorables de Jean Cayrol y de Roland Barthes, con el que tendrá gran amistad de por vida.
En 1954 apareció Le Voyeur que fue premiado con el Prix des critiques en 1955. Trabó amistad con Jérôme Lindon, director de Les Éditions de Minuit, de la que fue asesor literario treinta años, de 1955 a 1985.
En 1963 publicó Pour un Nouveau Roman, una recopilación de sus artículos editados en su mayoría en el semanal L'Express, lo que le convirtió en el teórico de ese movimiento literario, cuyo nombre —Nouveau Roman— fue creado por un crítico de Le Monde, que no comprendía al grupo. Robbe-Grillet dirá al respecto que éste no entendió que Claude Simon venía de Faulkner, Michel Butor de Joyce y él mismo de Kafka.​
También escribió importantes guiones de cine, como El año pasado en Marienbad, dirigida por Alain Resnais en 1961. Y muy pronto fue él mismo director de cine, destacando en su filmografía —diez películas— La inmortal, Jugar con fuego o La bella cautiva.
No hizo entrar la política en su literatura, pero sí firmó a favor de la independencia de Argelia en los años de confrontación. En su obra biográfica El espejo que vuelve hizo varias valoraciones críticas de su propia obra y de las modas de su tiempo, así como al hilo del relato de la ideología de su familia, muy conservadora, dio una imagen notable de su oposición.
De 1966 a 1968, Alain Robbe-Grillet colaboró con el Haut comité pour la défense et l'expansion de la langue française (Alto Comité para la Defensa y la Expansión de la Lengua Francesa). De 1972 a 1997, fue profesor en Estados Unidos, en la Universidad de Nueva York (NYU) y en la Washington University de Saint-Louis (Misuri). También dirigió el Centro de Sociología de la Literatura en la Universidad de Bruselas, entre 1980 y 1988.
Alain Robbe-Grillet fue electo miembro de la Academia Francesa de la Lengua el 25 de marzo de 2004 pero nunca tomó posesión de su asiento al considerar la ceremonia de investidura y la vestimenta obligatoria obsoletas.  Falleció a los 85 años de edad, el 18 de febrero de 2008, a causa de una crisis cardíaca.
Estaba casado desde 1957 con la escritora Catherine Robbe-Grillet, también conocida bajo el seudónimo de Jeanne de Berg. Es una figura fundamental durante toda su vida, y también fue colaboradora suya: trabajó como actriz y ayudante en varios filmes, desde La Inmortal (1963) y Trans-Europ-Express (1966).

Estilo literario

El nouveau roman se caracteriza por un grado de objetividad llevado al punto en el que el autor no interviene con las situaciones o los personajes y muchas veces los personajes son sólo espectadores de un mundo de objetos que parecen cobrar el principal valor (en cuanto actantes) de las obras. Este movimiento, en el que se incluyen en mayor o menor medida a Nathalie Sarraute, Claude Simon, Michel Butor, Robert Pinget, Marguerite Duras o Samuel Beckett, entre otros, fue apoyado por grandes críticos, como Roland Barthes, sobre quien ha escrito páginas agudas Robbe-Grillet.

La escritura de Alain Robe-Grillet ha sido descrita como "realista", "fenomenológica" (en el sentido que le da Heidegger) o como "una teoría de la superficie pura". Las descripciones metódicas, geométricas y a menudo repetitivas de los objetos y de los lugares revelan la psicología y la personalidad de los personajes. El lector tiene que recomponer la trama y las experiencias emocionales a partir de la repetición de las descripciones, de la atención prestada a detalles en apariencia insignificantes, y de las rupturas en la continuación lógica, como si se tratara de un rompecabezas. Este proceso recuerda el método del psicoanálisis en el que el significado profundo se revela por medio de la discontinuidad o de la asociación de ideas. Tanto la trama como el desarrollo cronológico están fragmentados, por lo que la novela resultante podría ser el equivalente literario de la pintura cubista.

Bibliografía

Novelas

Un régicide (Un regicida), 1949.
Les gommes, 1953. Tr.: La doble muerte del profesor Dupont, Seix-Barral, 1971.
Le voyeur, 1955. Tr.: El Mirón, Seix-Barral, 1969.
La jalousie, 1957. TR.: La celosía, Barral, 1970.
Dans le labyrinthe, 1959. Tr.: En el Laberinto, Losada, 1959.
Instantanés, 1962. Tr.: Instantáneas, Tusquets, 1969, relatos.
La maison de rendez-vous, 1965. Trad.: La casa de citas, Barral, 1970.
Project pour une révolution à New York, 1970. Tr.: Proyecto para una revolución en Nueva York, 1973.
Topologie d'une cité fantôme, 1976. Tr.: Topología de una ciudad fantasma.
Souvenirs du Triangle d'Or, 1978. Tr.: Recuerdos del Triángulo de Oro.
Djinn, 1981.
La reprise, 2001. (Reanudación).5​

Ensayos

Pour un nouveau roman, 1963.
Le voyageur, essais et entretiens, 2001, libro de ensayos y conversaciones.
Textos autobiográficos
Le miroir qui revient, 1984. Trad.: El espejo que vuelve, Anagrama, 1986.
Angélique ou l'enchantement, 1988. (Angélique o el encantamiento).
Les derniers jours de Corinthe, 1994. (Los últimos días de Corinto).
Préface à une vie d'écrivain, Fiction, 2005
Correspondance, 2012, ed. E. Lambert, cartas a su mujer.
Traducido al castellano
Por una nueva novela, traducción de Pablo Ires, Buenos Aires, Editorial Cactus, 2010.

Filmografía

El año pasado en Marienbad, 1961, de Alain Resnais (guion y diálogos).
La Immortal, 1963.
Trans-Europ-Express, 1966.
El hombre que miente 1968.
El Edén y después 1971.
Deslizamientos progresivos del placer, 1974.
Jugar con fuego, 1975.
La Bella Cautiva, 1983.
Un ruido de locura, 1995.
C'est Gradiva qui vous appelle; tr. Es Gradiva la que te llama, 2006.

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