DIANA POBLET
Diez minutos de luto
Cada vez que alguien muere recuerdo a
Federico y es como si todo volviese a suceder.
Regresa el Jacarandá del patio a ufanarse
de sus flores azules; la hora tibia y pegajosa de la siesta adónde todo era
posible; las alcahueterias de mi hermano siempre dispuesto a atestiguar en mi
contra, los picados de fútbol en el baldío, la bicicleta roja, la primera cita
a la que nunca llegué, casualmente, por culpa de Federico.
El día del accidente había mala
visibilidad, era uno de esos días opacos que no se ve ni a veinte metros,
salimos de casa en mi bicicleta, él iba parado en el portaequipajes como era su
costumbre y desde ahí le iba gritando a todo el mundo, era muy divertido, con
él era imposible aburrirse.
A lo largo de mi vida, he logrado hacer
muy pocos amigos con su chispa y genialidad, a pesar de ser dos años mayor que
yo, nunca me pasó la factura y por falta de tiempo no se lo agradecí lo
suficiente. Cuando se es niño no es frecuente relacionarse con alguien de más
edad sin sentirse disminuido intelectual o físicamente, hasta que la relación
por alguna de las dos causas, fracasa.
Lo más extraño fue que él nunca se bajaba
en aquella esquina, frené porque el semáforo estaba rojo y aprovechó para
largarse, hasta me gritó algo que no alcancé a oír y pedaleé al doble de
revoluciones porque llegaba tarde a inglés y el profesor me tenía entre ojos.
Desde la cuadra siguiente escuché el
chirrido de la frenada y cuando me di vuelta Federico estaba tirado en el asfalto;
arrojé la bicicleta a un lado y a los gritos me metí entre la gente que
invariablemente en esas circunstancias exhibe una curiosidad indiferente.
Sin saber qué hacer, atragantado con mis
lágrimas corrí hacia mi casa, por Dios, llamen a la policía, detengan a ése
conductor borracho, llamen a una ambulancia, a los bomberos, a mis amigos. No
lo dejen morir, ¡Federico se me está muriendo en el medio de la calle!
Eran las once y ésa misma tarde lo
sepultamos.
Qué tristeza.
Jamás nada dolió tanto.
Fue entonces cuando decreté los diez
minutos de luto.
Federico había compartido con todos y era
justo que tuviese un funeral de lujo.
Llamé a Carlos, a Nora, al Flaco, a Rocío
y a Juanjo éramos como siete y todos lo apreciaban aunque ninguno lo amaba como
yo.
A mí me correspondió ir detrás del féretro
porque era el más doliente.
El féretro finalmente, fue una caja de
zapatillas Nike número 44, de mi viejo, así no tuvimos que doblar demasiado las
plumas de la cola. La atamos con cinta de regalo y fue arrastrada
despaciosamente por el triciclo de mi hermano que en el portaequipaje llevaba
ramitos de trébol y alguna margarita robada a la vieja de enfrente; detrás
marchaban de a pie Nora y Rocío con mantillas negras sobre la cabeza y el Flaco
y Juanjo en sus bicis.
Sólo se escuchaban nuestros pasos y algún
resoplido producido por los vehículos de tracción a sangre.
Todo fue muy protocolar.
Hablar lo que dice hablar, hablé yo. Dije
que Federico había sido muy buen loro como para empacharlo de palabras y, que
dada la triste circunstancia, estaría acertado efectivizar diez minutos de luto
antes de enterrarlo bajo el nogal. Yo creía que desde ese lugar no sería tan
traumático su vuelo hacia el paraíso de las cotorras, ya que siempre había
tenido predilección por las nueces.
Aún no he perdido a nadie que me haya
producido aquella angustiosa sensación de soledad, ésa tristeza insondable que
sólo es posible sentir en la infancia.
Y es por eso que cuando alguien muere,
indefectiblemente, recuerdo a Federico.
La chancha y las veinte
a Berta
Cuando llegó a la casa era una bolita
rosada que enamoró a todos aunque nunca imaginaron que fuese domesticable. Con
sólo pronunciar su nombre corría al encuentro y comenzaba su inspección
olfativa.
Es cierto que un chancho es una mascota
poco habitual pero para ella era la compañía predilecta, siempre limpia y
rozagante, como para terminar con esa fama de animal sucio. Así pasaron meses
hasta que Amin se convirtió en una hermosa cerda rosa, con innumerables
pretendientes porcinos en todo el pueblo.
Que Diego llegara a la casa aquel día de
septiembre fue raro, pero más insólita fue su pretensión de cruzar a la bella
Amin con un chancho de su corral; un chancho cualquiera, blanquinegro y
mugriento. Berta puso el grito en el cielo, pero él le explicó que el chancho
tenía pedigrí, que era de raza, que lo había comprado en una exposición de la
Rural y no conseguiría mejor yunta para Amin. Luego de una pava de mate y seis
cigarrillos, Berta aún seguía dudando pero íntimamente pensaba que sería
beneficioso para la chancha poder ser mamá de diez hermosos cerditos que
además, alegrarían el patio con sus colas enroscadas y sus trompitas suaves.
Así salió Diego de la casa con Amín
caminando alegremente a su lado.
Transcurridos cinco años con reclamos de
devolución de diferente calibre, muy agotado por la insistencia de Berta y sus
escenas en la plaza, el Banco del pueblo, y en cualquier casamiento adonde
coincidieran; Diego confesó.
Dijo, que estando próxima la Navidad en
aquellos lejanos días, no pudo resistirse a la tentación de recostar a Amin en
la mesa de gala con su rosadísima boquita abierta mordiendo una manzana Granny
Smith verde y lustrosa.
Y hoy, pasados más de treinta años, aún no
comprende, porqué Berta no perdona.
Diana
Poblet, nace un otoño del 1954 en Viedma, Río
Negro, Argentina. Hoy reside en Capital Federal luego de haber pasado los
últimos diez años en Temuco, Chile.
Escribe desde muy chica y estudió Filosofía y Letras creyendo erróneamente -según nos dice- que tendría afinidad con su afición a escribir.En 1996 gana el concurso de Editorial Dolmen en Chile y la Corporación Cultural de Alto las Condes de Santiago con su novela "Sólo por hoy", la que fue editada durante el mismo año. Vuelve a editar en el año 1998 una novela para adolescentes llamada "Vivir a prueba" la que fue distribuida en colegios secundarios por su contenido sobre la problemática de las drogas.
En el 2001 se edita en EEUU su novela "El manual del vuelo"."Cenizas de sol" es su primer libro de poemas.
En el 2006 participa en el libro de las Madres de Plaza de Mayo: "Memoria, Verdad Y Justicia a 30 años y por los 30.000”. En el 2008 Ediciones En la Claridad de la Noche edita su quinto libro, el poemario: " De Pétalos y Espada".
Ha sido finalista del Concurso de Cuentos Max Aub en España, y publicada en diversas revistas virtuales, Arzeazul, Poesía Sociedad Anónima, MindFire, Ediciones El Salvaje Refinado, Isla Negra, www.antoniomiranda.com.br, Inventiva Social, Papirolas, La máquina de Escribir, Isla Negra, Arze Azul, Remolinos, Mis Poetas Contemporáneos, Poetas del Mundo, Poemas en Añil, Cayo Mecenas, etc.
Diana se autodenomina traficante de palabras y nos asegura que: “aún persevero en la mayor adicción que he tenido: escribir” ·
"Tengo un frasco de luciérnagas para iluminar la noche que llevo encima"(Diana Poblet)
Escribe desde muy chica y estudió Filosofía y Letras creyendo erróneamente -según nos dice- que tendría afinidad con su afición a escribir.En 1996 gana el concurso de Editorial Dolmen en Chile y la Corporación Cultural de Alto las Condes de Santiago con su novela "Sólo por hoy", la que fue editada durante el mismo año. Vuelve a editar en el año 1998 una novela para adolescentes llamada "Vivir a prueba" la que fue distribuida en colegios secundarios por su contenido sobre la problemática de las drogas.
En el 2001 se edita en EEUU su novela "El manual del vuelo"."Cenizas de sol" es su primer libro de poemas.
En el 2006 participa en el libro de las Madres de Plaza de Mayo: "Memoria, Verdad Y Justicia a 30 años y por los 30.000”. En el 2008 Ediciones En la Claridad de la Noche edita su quinto libro, el poemario: " De Pétalos y Espada".
Ha sido finalista del Concurso de Cuentos Max Aub en España, y publicada en diversas revistas virtuales, Arzeazul, Poesía Sociedad Anónima, MindFire, Ediciones El Salvaje Refinado, Isla Negra, www.antoniomiranda.com.br, Inventiva Social, Papirolas, La máquina de Escribir, Isla Negra, Arze Azul, Remolinos, Mis Poetas Contemporáneos, Poetas del Mundo, Poemas en Añil, Cayo Mecenas, etc.
Diana se autodenomina traficante de palabras y nos asegura que: “aún persevero en la mayor adicción que he tenido: escribir” ·
"Tengo un frasco de luciérnagas para iluminar la noche que llevo encima"(Diana Poblet)
8 comments:
Qué textos tan interesantes... me fascina la mirada de la mujer narradora; sus resonancias y complicidades.
Muy bueno.
Saludos.
qué bueno Ricardo que hayas invitado en tu espacio a la Diana Poblet, excelente poeta, excelente ser...
Un abrazo a los dos Gus.
Brav por Di y su cuento... un placer leerla
besos
Elisabet
Querida Diana, bienvenida. Pude disfrutar de tu sensibilidad, el humor fino, la nostalgia infantil, la palabra exacta en el momento justo. Gracias.
Gracias Omar por dejar tu visión de mi narrativa. El tiempo del lector que lee y comenta es digno de agradecimiento. Hoy, mi tiempo es lo más valioso que llevo puesto, por eso valoro el tiempo de los demás.
Parte un abrazo hacia tu bella tierra,
d.
Gus querido, andás por todos lados, duende poeta, gracias por tus palabras.
Un abrazo, te llevo siempre,
d.
Eli querida, cuántas ganas de verte, gracias por la pasadita.
Te abraza,
d.
Gracias a vos Ricardo,por este espacio,siempre digo que un lugar nuevo es otro café, otro abrazo, otra mirada para pescar estrellas.
Me ha puesto feliz que te gustase la elección de los textos porque no sabía si enviar algo muy serio ó algo más tierno, como finalmente salió.
Es muy cómoda tu casa, llena de voces amigas que disfrutaré de a poco y sin pausa.
Un abrazo,
d.
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