UNA
VÍCTIMA DE LA PUBLICIDAD
(retrato del pintor Edouard Manet de Émile Zola)
Conocí a un chico,
fallecido el año pasado, cuya vida fue un prolongado martirio. Desde que tuvo
uso de razón, Claude se había hecho este razonamiento: «El plan de mi
existencia está trazado. No tengo más que aceptar las ventajas de mi tiempo.
Para marchar con el progreso y vivir totalmente feliz, me bastará con leer los
periódicos y los carteles publicitarios, mañana y tarde, y hacer exactamente lo
que esos soberanos guías me aconsejen. En ello radica la verdadera sabiduría,
la única felicidad posible». A partir de aquel día, Claude adoptó los anuncios
de los periódicos y de los carteles como código de vida. Éstos se convirtieron
en el guía infalible que le ayudaba a decidirlo todo; no compró nada, no
emprendió nada que no le hubiera sido recomendado por la voz de la publicidad.
Así fue como el desventurado vivió en un auténtico infierno.
Claude adquirió un
terreno formado por tierras de aluvión donde sólo pudo construir sobre pilotes.
La casa, construida según un sistema novedoso, temblaba cuando hacía viento y
se desmoronaba con las lluvias tormentosas. En su interior, las chimeneas,
provistas de ingeniosos sistemas fumívoros, humeaban hasta asfixiar a la gente;
los timbres eléctricos se obstinaban en guardar silencio; los retretes,
instalados según un modelo excelente, se habían convertido en horribles
cloacas; los muebles, que debían obedecer a mecanismos particulares, se negaban
a abrirse y cerrarse.
Tenía sobre todo un
piano que no era sino un mal organillo y una caja fuerte inviolable e
incombustible que los ladrones se llevaron tranquilamente a la espalda una
hermosa noche invernal.
El infortunado Claude
no sufría sólo en sus propiedades sino también en su persona: La ropa se le
rompía en plena calle. La compraba en esos establecimientos que anuncian una
rebaja considerable por liquidación total. Un día me lo encontré completamente
calvo. Siempre guiado por su amor al progreso, se le había ocurrido cambiar su
cabello rubio por otro moreno. El agua que acababa de usar había hecho que se
le cayera todo el pelo rubio, y él estaba encantado porque -según decía- ahora
podría usar cierta pomada que, con toda seguridad, le proporcionaría un cabello
negro dos veces más espeso que su antiguo pelo rubio.
No hablaré de todos los
potingues que se tomó. Era robusto pero se quedó escuálido y sin aliento. Fue
entonces cuando la publicidad empezó a asesinarlo. Se creyó enfermo y se
automedicó según las excelentes recetas de los anuncios y, para que la
medicación fuera más efectiva siguió todos los tratamientos a la vez,
hallándose confuso ante la idéntica cantidad de elogios que cada producto
recibía.
La publicidad tampoco
respetó su inteligencia. Llenó su biblioteca con libros que los periódicos le
recomendaron. La clasificación que adoptó fue de lo más ingeniosa: ordenó los
volúmenes por orden de mérito, quiero decir, según el mayor o menor lirismo de
los artículos pagados por los editores. Allí se amontonaron todas las bobadas y
todas las infamias contemporáneas. Jamás se vio un montón de ignominias
semejante. Y además, Claude había tenido el detalle de pegar en el lomo de cada
volumen el anuncio que se lo había hecho comprar. Así, cuando abría un libro,
sabía por adelantado el entusiasmo que debía manifestar; reía o lloraba según
la fórmula. Con ese régimen, llegó a ser completamente idiota.
El último acto de este
drama fue lastimoso. Tras haber leído que había una sonámbula que curaba todos
los males, Claude se apresuró a ir a consultarla acerca de las enfermedades que
no tenía. La sonámbula le propuso obsequiosamente la posibilidad de
rejuvenecerlo indicándole la forma para no tener más de dieciséis años. Se
trataba simplemente de darse un baño y de beber determinada agua. Se tragó el
agua, se metió en el baño y se rejuveneció en él de tal manera que, al cabo de
media hora, lo encontraron asfixiado.
Claude fue víctima de
la publicidad hasta después de muerto. Según su testamento, había querido ser
enterrado en un ataúd de embalsamamiento instantáneo cuya patente acababa de
obtener un droguero. En el cementerio, el ataúd se abrió en dos, y el miserable
cadáver cayó al barro donde tuvo que ser enterrado revuelto con las planchas
rotas de la caja. Su tumba, hecha de cartón piedra y en imitación de mármol,
empapada por las lluvias del primer invierno, no fue pronto nada más que un
montón de podredumbre sin nombre.
Émile
Édouard Charles Antoine Zola, más conocido como Émile
Zola (París, Francia; 2 de abril
de 1840- París, Francia; 29 de
septiembre de 1902), fue un escritor francés, considerado el padre y el mayor
representante del naturalismo. Tuvo
un papel muy relevante en la revisión del proceso
de Alfred Dreyfus, que le costó el exilio de su país.
Trayectoria
Émile Zola nació en
París, hijo de François Zola, un ingeniero veneciano naturalizado, y de la
francesa Émilie Aubert. Su familia se trasladó a Aix-en-Provence y tuvo graves
problemas económicos tras la muerte temprana del padre. Tuvo como compañero de
colegio a Paul Cézanne1con quien mantendría una larga y fraternal amistad.
Volvió a París en 1858. En 1859, Émile Zola suspendió dos veces el examen de
bachillerato. Como no quiso seguir siendo una carga para su madre, abandonó los
estudios con el fin de buscar trabajo.
En 1862 entró a trabajar
en la librería Hachette como
dependiente. Escribió su primer texto y colaboró en las columnas literarias de
varios diarios. A partir de 1866, cultivó la amistad de personalidades como
Édouard Manet, Camille Pissarro y los hermanos Goncourt.
En 1868 concibió el
proyecto de Les Rougon-Macquart, que
empezó en 1871 y concluyó en 1893. Su aspiración era realizar una novela
«fisiológica», a la que intentaba aplicar algunas de las teorías de Taine sobre la influencia de la raza y
el medio sobre el individuo y de Claude Bernard sobre la herencia. "Quiero
explicar cómo una familia, un pequeño grupo de seres humanos, se comporta en
una sociedad, desarrollándose para dar lugar al nacimiento a diez o a veinte
individuos que parecen, a primera vista, profundamente diferentes, pero que el
análisis muestra íntimamente ligados los unos a los otros", dirá Zola en
el prefacio de la primera novela de la saga, que sigue, aunque solo en parte,
el modelo de Honoré de Balzac en la
Comedia humana. El subtítulo de la serie reza Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio.
La obra consta de
veinte novelas y se inicia con La fortuna
de los Rougon en 1871: un retrato
social que, siguiendo el esquema del naturalismo, tiene altas dosis de
violencia y dramatismo y resultó a veces demasiado explícito en sus
descripciones para el gusto de la época. Las novelas, sin embargo, fueron
elaboradas con imaginación, pese a los datos que había buscado previamente.
Se casó en 1870 con
Alexandrine Mélay. A partir de 1873, se relacionó con Gustave Flaubert y
Alphonse Daudet. Conoció a Joris-Karl Huysmans, Paul Alexis, Léon Hennique y
Guy de Maupassant que llegaron a ser habituales de las veladas de Médan, un lugar cerca de Poissy donde Zola tenía una
casita de campo desde 1878. Se convirtió en el líder de los naturalistes. Un volumen colectivo
nacido de esas Veladas apareció dos
años después.
En 1886, Zola y Cézanne
se distanciaron, cosa que se ha atribuido, aunque con poco fundamento, a los
paralelismos existentes entre Paul Cézanne, el amigo y pintor, con el personaje
de Claude Lantier, pintor fracasado
de La obra de Zola. La diferencia fundamental radica en que sólo algunos rasgos
de la personalidad —por ejemplo, hábitos, valoraciones y forma de trabajar del
personaje— fueron inspirados sobre la base de las notas que tomó Zola de la
vida de su amigo. Sin embargo, la obra plástica ficticia de Claude Lantier está
inspirada en una interpretación del mismo Zola de un conjunto de pintores que
conocía bien, incluyendo Manet, Le
Déjeuner sur l'Herbe; como aficionado al arte contemporáneo que era,
planteó un análisis convencional sobre dicha obra de Manet, atribuyéndosela a
un personaje con ideas artísticas, un carácter, expectativas y costumbres
completamente opuestos a los de Cézanne, además de dotarlo de una historia
trágica y dramática. Contrariamente a lo que se creyó en su momento no
correspondían con la vida de Paul, pero si bien todo el conjunto de
circunstancias descritas en la novela evocaban elementos muy diferentes a los
que en realidad le correspondían, estos eran en parte significativos para la
vida y obra de Paul Cézanne.
Criticó habitualmente
los criterios utilizados en las exposiciones de arte oficiales del siglo XIX,
en las que se rechazaba de forma continuada las nuevas obras impresionistas.
Por otro lado la
publicación de La tierra levantó
polémica: el «Manifiesto de los cinco» marcó la crítica de escritores
naturalistas jóvenes. Se hace amante de Jeanne Rozerot en 1888, con la que
tendrá dos hijos. En 1890, se rechazó su entrada en la Academia francesa.
EL CASO ALFRED DREYFUS, Georges Mèliés. Cine Mudo
El caso Dreyfus
Desde 1897, Zola se
implicó en el caso Dreyfus, un
militar francés, de origen judío, culpado falsamente por espía.
El novelista interviene
en el debate dada la campaña antisemita, y apoya la causa de los judíos
franceses. Escribe varios artículos, donde figura la frase "la verdad está en camino y nadie la detendrá" (12-1897).
Finalmente publicó en el diario L'Aurore su
famoso Yo acuso (Carta al Presidente de la República), 1898, con
trescientos mil ejemplares, lo que hizo que el proceso de revisión tuviera un
brusco giro. Pues el verdadero traidor (el que espió) fue el comandante Walsin
Esterházy, que fue denunciado en un Consejo de Guerra el 10 de enero de 1898,
pero sin éxito.
La versión íntegra en
español del alegato en favor del capitán Alfred Dreyfus, dirigido por Émile
Zola mediante esa carta abierta al presidente francés M. Felix Faure, y
publicado por el diario L'Aurore, el
13 de enero de 1898, en su primera plana, es la siguiente:
Yo
acuso al teniente coronel Paty de Clam como laborante —quiero suponer
inconsciente— del error judicial, y por haber defendido su obra nefasta tres
años después con maquinaciones descabelladas y culpables.
Acuso
al general Mercier por haberse hecho cómplice, al menos por debilidad, de una
de las mayores iniquidades del siglo.
Acuso
al general Billot de haber tenido en sus manos las pruebas de la inocencia de
Dreyfus, y no haberlas utilizado, haciéndose por lo tanto culpable del crimen
de lesa humanidad y de lesa justicia con un fin político y para salvar al
Estado Mayor comprometido.
Acuso
al general Boisdeffre y al general Gonse por haberse hecho cómplices del mismo
crimen, el uno por fanatismo clerical, el otro por espíritu de cuerpo, que hace
de las oficinas de Guerra un arca santa, inatacable.
Acuso
al general Pellieux y al comandante Ravary por haber hecho una información
infame, una información parcialmente monstruosa, en la cual el segundo ha
labrado el imperecedero monumento de su torpe audacia.
Acuso
a los tres peritos calígrafos, los señores Belhomme, Varinard y Couard por sus
informes engañadores y fraudulentos, a menos que un examen facultativo los
declare víctimas de una ceguera de los ojos y del juicio.
Acuso
a las oficinas de Guerra por haber hecho en la prensa, particularmente en
L'Éclair y en L'Echo de París una campaña abominable para cubrir su falta,
extraviando a la opinión pública.
Y
por último: acuso al primer Consejo de Guerra, por haber condenado a un
acusado, fundándose en un documento secreto, y al segundo Consejo de Guerra,
por haber cubierto esta ilegalidad, cometiendo el crimen jurídico de absolver
conscientemente a un culpable.
No
ignoro que, al formular estas acusaciones, arrojo sobre mí los artículos 30 y
31 de la Ley de Prensa del 29 de julio de 1881, que se refieren a los delitos
de difamación. Y voluntariamente me pongo a disposición de los Tribunales.
En
cuanto a las personas a quienes acuso, debo decir que ni las conozco ni las he
visto nunca, ni siento particularmente por ellas rencor ni odio. Las considero
como entidades, como espíritus de maleficencia social. Y el acto que realizó
aquí, no es más que un medio revolucionario de activar la explosión de la
verdad y de la justicia.
Sólo
un sentimiento me mueve, sólo deseo que la luz se haga, y lo imploro en nombre
de la humanidad, que ha sufrido tanto y que tiene derecho a ser feliz. Mi
ardiente protesta no es más que un grito de mi alma. Que se atrevan a llevarme
a los Tribunales y que me juzguen públicamente.
Así
lo espero".
Émile
Zola, París, 13 de enero de 1898.
Era la primera síntesis
del proceso, y se leyó en todo el mundo. La reacción del gobierno fue
inmediata. Un agitado proceso por difamación (con gran violencia, centenares de
testigos, incoherencias y ocultaciones por parte de la acusación) le condenó a
un año de cárcel y a una multa de 7500 francos (con los gastos), que pagó su
amigo y escritor Octave Mirbeau.
Agobiado por la
agitación que causó su proceso, Zola se exilió en Londres, donde vivió en
secreto. A su regreso, publicó en La
Vérité en marche sus artículos
sobre el caso. Sólo en junio de 1899, con la prosecución del proceso, puede
regresar a su país. Pero Alfred Dreyfus es condenado, con atenuantes, y Zola le
escribe nada más llegar. Zola adquiere una gran dimensión social y política,
pero tiene grandes problemas económicos (la justicia le embarga bienes) y es
puesto en la picota por medios muy influyentes.
Últimos libros
Escribió finalmente dos
ciclos de novelas más, pese a su salud. La primera, fue la gruesa serie de Las
tres ciudades, trilogía compuesta por Lourdes (1894), Roma (1896), París
(1898). La segunda fue la tetralogía que denominó Los cuatro evangelios, formada
por Fecundidad (1899), Trabajo (1901), Verdad (1903) y la inconclusa Justicia.
En un artículo largo y
famoso, un escritor tan distinto, Henry James, que llegó a conocerle, señaló el
carácter mecánico y poco enérgico de esas últimas obras, pero hacía el siguiente
balance global: "nuestro autor era
verdaderamente grande para tratar asuntos que le eran apropiados. Si los otros,
los asuntos de orden personal o íntimo, más o menos inevitablemente lo hacían
'traicionarse', le cabe no obstante el gran honor de que cuanto más promiscuo y
colectivo podía ser, aun cuanto más podía ilustrar nuestra gran porción natural
de salud, sinceridad y grosería (por repetir mi impugnación), más podía
impresionarnos como penetrante y verídico. No fue un honor fácil de alcanzar ni
es probable que su nombre lo pierda en poco tiempo".
Final
Zola no pudo acabar ese
ciclo de Les quatre évangiles, pues
el 29 de septiembre de 1902 murió en su casa, supuestamente asfixiado, pero más
probablemente asesinado por alguien que tapó la chimenea de una estufa (ya uno
de los abogados de Dreyfus, Fernand Labori, había padecido un intento de
asesinato). La investigación se ha reavivado en esa segunda dirección, en el
siglo XXI, cuando sus libros se reeditan profusamente.
Estuvo seis años enterrado
en el cementerio de Montmartre, en París, pero sus cenizas fueron trasladadas
al Panteón el 4 de junio de 1908, máximo honor en Francia.
Se rehabilitó
tardíamente a Alfred Dreyfus en 1906.
Obras
1864 Contes à Ninon (Cuentos a Ninon) Cuento
1865 La Confession de Claude (La confesión de
Claudio) Cuento
1867 Les Mystères de Marseille Novela
1868 Thérèse Raquin (Teresa Raquin) Novela
1871 La Fortune des Rougon (La fortuna de los
Rougon) Novela
1871 La Curée (La ralea) Novela
1873 Le Ventre de Paris (El vientre de París) Novela
1874 La Conquête de Plassans (La conquista de
Plassans) Novela
1875 La Faute de l'Abbé Mouret (La caída del abate
Mouret) Novela
1876 Son Excellence Eugène Rougon (Su Excelencia
Eugène Rougon) Novela
1877 L'Assommoir (La taberna) Novela
1877 L'Attaque du moulin Cuento
1880 L'Inondation (La inundación) Novela
1880 Nana Novela
1883 Au Bonheur des Dames (El paraíso de las damas) Novela
1884 La Joie de vivre (La alegría de vivir) Novela
1885 Germinal (Germinal) Novela
1886 L'Œuvre (La obra) Novela
1887 La Terre (La tierra) Novela
1888 Le Rêve (El sueño) Novela
1890 La Bête humaine (La bestia humana) Novela
1891 L'Argent (El dinero) Novela
1892 La Débâcle (El desastre) Novela
1893 Le Docteur Pascal (El doctor Pascal) Novela
1894 Lourdes Novela
1896 Rome (Roma) Novela
1898 Paris (París) Novela
1899 Fécondité (Fecundidad) Novela
1901 Travail (Trabajo) Novela
1903 Vérité (Verdad) Póstumo
- Justice (sólo notas preparatorias) -
1898 Messidor Poesía
1901 L'Ouragan Poesía
1861 Perrette Teatro
1874 Les Héritiers Rabourdin Teatro
1878 Le Bouton de rose Teatro
1880 La novela experimental Ensayo
1881 La escuela naturalista Ensayo
1881 El naturalismo en el teatro Ensayo
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