Louise
W.
Somerset Maugham
Jamás pude explicarme
por qué le era tan antipático a Louise. Me tenía aversión, y yo sabía
perfectamente que no perdía ocasión de criticarme con su gentileza
característica.
Era demasiado delicada
para hacer abiertamente una manifestación contra mí, pero con una leve
insinuación, un suspiro o un gesto se hacía comprender perfectamente. Era una
maestra en el arte de adular fríamente.
Es cierto que nos
habíamos conocido casi íntimamente durante unos veinticinco años, pero a pesar
de todo no pude llegar a convencerme de que nuestra vieja amistad lograra
influir sobre ella en ningún sentido.
Tenía la impresión de
que yo era una persona grosera, cínica y vulgar, y me resultaba un misterio la
razón por la cual no tomaba el único camino que le quedaba, es decir, alejarse
de mí.
Pero no se decidió a
hacer nada por el estilo. No se separaba de mi lado; continuamente me invitaba
a almorzar o a cenar con ella, y una o dos veces al año a pasar un fin de
semana en su casa de campo. Por fin me pareció descubrir el motivo de estas
atenciones. Suponía infundadamente que yo no creía lo que ella me contaba. Si
era este el motivo por el cual no me apreciaba, también era la razón por la que
deseaba granjearse mi amistad.
Le irritaba pensar que
pudiera considerarla ridícula, y no desechaba la idea que se le había ocurrido,
hasta que me viera obligado a reconocer mi error y, por lo tanto, quedara
vencido.
Por otro lado, es
posible que adivinase que el rostro que me presentaba a través de la máscara no
era el verdadero, y solo porque yo no daba mi brazo a torcer creyó que tarde o
temprano terminaría por comprenderla.
Nunca me convencí del
todo de que no fuese una embustera, y me preguntaba si efectivamente se
engañaba ella de la misma forma que lograba engañar a los demás, o si en
realidad había cierto humorismo en el fondo de su corazón. De ser así, hubiera
parecido que consideraba mi amistad como lo harían un par de fulleros que
estuviesen convencidos de que compartían un secreto vedado a todo el mundo.
Era amigo de Louise
mucho antes de que se casara. En aquella época era una frágil y delicada niña
de ojos grandes y melancólicos. Sus padres la adoraban y sentían por ella una
preocupación constante a causa de una escarlatina que le había dejado débil el
corazón; debía, por lo tanto, cuidarse mucho. Así, cuando un joven llamado
Thomas Maitland se le declaró, se quedaron consternados, pues estaban
convencidos de que era demasiado delicada para afrontar la pesada carga del
matrimonio. Pero no eran gente muy acomodada y sabían que Thomas Maitland era
rico. Él se comprometió a hacer por Louise cuanto fuera humanamente posible.
Finalmente cedieron, confiándole su hija como un sagrado tesoro.
Thomas Maitland era un
hombre corpulento, fuerte, buen mozo y gran deportista. Estaba locamente
enamorado de Louise. Teniendo en cuenta la debilidad de su corazón, Thomas
Maitland no podía hacerse la idea de compartir una larga vida con ella, y, por
lo tanto, decidió procurarle el mayor bienestar posible durante su corto paso
por este mundo. Abandonó los deportes en que sobresalía, no porque ella se lo
hubiese sugerido, ya que le agradaba saber que jugaba al golf y salía de caza,
sino porque daba la coincidencia de que sufría un ataque al corazón cada vez
que él se proponía dejarla sola un día. Cuando se producía algún altercado,
ella acostumbraba a ceder en el acto, porque era la esposa más sumisa que se
pudiera desear, y cuando le flaqueaba el corazón se quedaba tranquilamente en
cama durante una semana.
Él nunca la
contrariaba, y cuando había alguna discusión terminaba por darle la razón
aunque no la tuviera.
En cierta ocasión,
Louise se empeñó en dar un paseo de ocho millas. Con este motivo le dije a
Thomas Maitland que su esposa demostraba estar más fuerte de lo que parecía.
Maitland movió la cabeza y suspiró.
—No, no es eso —me
dijo—. Está muy delicada. Ha consultado a los más famosos especialistas del
corazón del mundo entero, y todos están de acuerdo en que su vida pende de un
hilo. Lo que sí puedo asegurarle a usted es que tiene un espíritu
inquebrantable.
Maitland le contó lo
que yo le había dicho acerca de su resistencia, y ella expuso:
—Mañana lo pagaré, pues
me hallaré a las puertas de la muerte.
—A veces pienso que se
halla usted bastante fuerte cuando quiere llevar a cabo sus propósitos —le
murmuré, pues había notado que cuando asistía a una reunión alegre bailaba
tranquilamente hasta después de las cinco de la madrugada, pero si por
casualidad la reunión resultaba aburrida se ponía triste y Thomas se veía
obligado a marcharse temprano.
Estoy seguro de que no
le agradó lo más mínimo lo que le dije, porque aunque me sonrió de una forma
algo patética noté que en sus grandes ojos azules no brillaba la menor alegría.
—No puede usted
pretender que me muera solo por complacerle —me replicó.
A pesar de todo, Louise
sobrevivió a su esposo. Este contrajo una bronconeumonía durante un paseo en
yate en un día frío; Louise no había podido cederle sus mantas porque las
necesitaba para abrigarse ella. Maitland le dejó una buena renta y una hija;
sin embargo, Louise estaba desconsolada.
Sus amigas se decían
que la pobre Louise no tardaría mucho en seguir a su esposo, y desde entonces
se mostraron muy apenadas por la suerte que pudiera correr su hijita Iris, que
quedaría huérfana, y redoblaron sus atenciones para con Louise. No le permitían
mover un dedo, insistiendo en hacer cuanto fuera posible para evitarle la menor
molestia. Se veían obligadas a hacer esto porque temían que cualquier trabajo
fatigoso o inconveniente pudiera dañarle el corazón y volviese a encontrarse en
peligro de muerte. Se sentía completamente desamparada sin la protección de su
esposo, y no sabía cómo educar a su hija, teniendo que preocuparse tanto por su
corazón.
Sus amistades le
preguntaban por qué no volvía a casarse. No podía concebir tal cosa en el
estado en que se encontraba su corazón, a pesar de que sabía que su esposo
hubiese deseado que lo hiciera; con seguridad sería la mejor forma de
solucionar el problema de Iris, pero se preguntaba quién querría cargar con una
miserable inválida como ella. Por extraña coincidencia, más de un joven hubo
dispuesto a cargar con ella y con su hija. Así, pues, cuando apenas había
transcurrido un año de la muerte de Thomas Maitland, contrajo matrimonio con
George Hobhouse.
Este era un joven rico
y de aspecto atrayente. Jamás vi a un ser que mostrara tanto agradecimiento por
el privilegio de sentirse con derecho a cuidar de aquella frágil criatura.
—Espero que no tendrás
la molestia de cuidarme por mucho tiempo —le dijo ella.
George Hobhouse era
militar, y muy ambicioso por cierto, pero a causa de la enfermedad de Louise se
vio obligado a pedir la excedencia, porque la salud de su mujer hacía necesario
que pasaran el invierno en Montecarlo y el verano en Deauville.
George sintió cierto
pesar al tener que abandonar su carrera. Al principio Louise no quiso ni hablar
de ello, pero finalmente accedió, y él se dispuso a rodear de atenciones a su
mujer para que su corto paso por la vida fuera más grato.
—No he de causar muchas
molestias, porque sé que no he de vivir mucho —decía ella—. Trataré de ser lo
menos fastidiosa que pueda.
Durante los dos o tres
primeros años de su segundo matrimonio Louise logró, a pesar de su débil
corazón, asistir lujosamente vestida a las más alegres reuniones, jugar fuerte,
bailar y hasta coquetear con jóvenes gallardos.
Pero George Hobhouse no
tenía el carácter del primer esposo de Louise, y experimentaba la necesidad de
beber de vez en cuando para sentirse tonificado y poder sobrellevar la tarea
que representaba ser el segundo marido de Louise. Es muy probable que esto
hubiese degenerado en costumbre —aunque Louise lo habría impedido a toda costa—
de no haberse declarado la guerra, lo cual fue una suerte para mi amiga.
George se reincorporó a
su antiguo regimiento, y tres meses después murió en acción de guerra.
Esto fue un duro golpe
para Louise. Sabía que ante una catástrofe semejante tenía que mostrarse
fuerte, y cuando le daba algún ataque al corazón se cuidaba de que se supiera.
A fin de distraer su
mente transformó su villa de Montecarlo en hospital para los oficiales
convalecientes, aunque los amigos le decían que no podría sobrevivir a tal
esfuerzo.
—Sí, ya sé que el
trabajo me matará —decía—, pero ¿qué importa? No puedo escatimar mi ayuda.
Sin embargo, el trabajo
no la mató. Pasó entonces la mejor temporada de su vida. No había en toda
Francia un hospital para convalecientes más popular. Me encontré con ella por
casualidad en París. Estaba almorzando en el restaurante del Ritz en compañía
de un apuesto francés. Me explicó que se encontraba allí por casualidad, pues
debía resolver unos asuntos relacionados con su casa de reposo, y añadió que
los oficiales eran muy amables con ella. Todos sabían cuán delicada estaba, y
no le permitían de ningún modo que hiciera el menor esfuerzo.
«Disputan por cuidarme
—solía decir suspirando— como si todos fuesen esposos míos.»
—¡Pobre George! ¿Quién
hubiera dicho que iba yo a sobrevivir teniendo el corazón tan mal?
—¡Pobre Thomas! —dije
yo.
No sé por qué pareció
no agradarle esto, y con su acostumbrada cara risueña y los ojos llenos de
lágrimas me contestó:
—Siempre que se dirige
usted a mí lo hace como echándome en cara los pocos años que me quedan de vida.
—Me parece que está
usted ahora algo mejor del corazón, ¿no es así? —le pregunté
—Nunca estaré bien del
todo. Esta mañana consulté a un especialista, y me dijo que debía estar
preparada para lo peor.
—Bien —repuse—pero creo
que está usted preparada para eso desde hace más de veinte años, ¿no es cierto?
Cuando terminó la
guerra, Louise se fue a vivir a Londres.
Era ya una mujer de
unos cuarenta años, muy delgada, de frágil apariencia, pálidas mejillas y
grandes ojos, pero no aparentaba tener más de veinticinco años.
Iris, que era ya una
señorita y había terminado sus estudios, se fue a vivir con su madre.
—Ella me cuidará bien
—decía Louise—, es indudable que le será molesto vivir con una inválida como
yo, pero como será por tan poco tiempo seguramente no le pesará este
sacrificio.
Iris era una bella
joven. Había sido educada en el convencimiento de que la salud de su madre era
muy precaria. De niña no le habían permitido hacer el menor ruido en su casa;
de esto había sacado la convicción de que su madre no debía recibir ningún disgusto,
y a pesar de que Louise le aseguró que no quería que se sacrificara por ella,
la joven no le hizo el menor caso. No era un sacrificio, sino un placer,
atender en todo momento a su querida madre; y esta no se negaba a que hiciera
muchas cosas sabiendo que ponía en ellas tanta voluntad.
—A la muchacha le
agrada saber que es de utilidad lo que hace —decía la madre.
— ¿No cree usted —le
pregunté una vez— que Iris debe salir de paseo con más frecuencia?
—Eso es exactamente lo
que yo le digo a cada momento, pero no hace caso. Bien sabe Dios que nunca quiero
que nadie se moleste por mí.
Y cuando yo reconvenía
a Iris sobre este punto, la joven contestaba:
—¡Pobre mamá! Su único
deseo es que vaya a visitar a mis amigas, pero en cuanto me dispongo a ello la amenaza
un ataque al corazón. Por lo tanto, prefiero quedarme en casa.
Como todas, un día se
enamoró. Un excelente muchacho amigo mío se le declaró y fue aceptado. Yo
sentía una gran simpatía por la joven, y me alegré al ver que al fin tendría la
oportunidad de vivir su propia vida, lo que ella jamás sospechó que fuera
posible.
Un día se me presentó
el muchacho diciéndome que había aplazado indefinidamente el matrimonio, pues
Iris consideraba que no le era posible abandonar a su madre. Naturalmente, este
asunto no me incumbía en absoluto, pero aproveché la oportunidad y fui a ver a
Louise.
Siempre le resultaban
muy gratas las visitas de sus amigos a la hora del té, y al tener más edad
cultivaba la amistad de autores y artistas.
—Parece que Iris no se
casa, ¿no es cierto? —le dije de pronto.
—No estoy muy segura
—me contestó—. No se casará tan pronto como yo hubiera deseado. Le he rogado de
rodillas que no tuviese en cuenta mi situación, pero se niega obstinadamente a
separarse de mi lado.
—¿No cree que esto es
muy duro para ella?
—Sin duda. No concibo
que nadie se sacrifique por mí, sabiendo que esta situación no podrá durar más
de unos meses a lo sumo.
—Mi estimada Louise —le
contesté—, usted ha enterrado ya a dos maridos, y no veo la razón para que no
entierre por lo menos a dos más.
—¿Cree usted que es
gracioso lo que acaba de manifestar? —me contestó en un tono que evidenciaba
cuán ofendida se sentía.
—Supongo que nunca ha
pasado por su mente, como algo extraño y curioso, que es usted capaz de hacer
cuanto se propone, y que su débil corazón solo le impide hacer aquello que no
le resulta grato…
—¡Oh!… Ya sé, ya sé lo
que siempre ha pensado usted de mí. Nunca creyó usted que padeciera lo más
mínimo del corazón, ¿no es así?
La miré fijamente.
—Estoy plenamente
convencido de que durante veinte años ha representado usted a la perfección una
estupenda comedia, y la opinión que he formado de usted es que es la mujer más
egoísta que he conocido jamás.
No me habría
sorprendido nada que al oír mis palabras hubiese sufrido allí mismo uno de sus
acostumbrados ataques al corazón. Tenía la seguridad de que, cuando menos, iba
a estallar en apasionadas protestas, pero, por el contrario, en sus labios se
dibujó una débil sonrisa.
—Mi pobre amigo —me
contestó—, cualquier día de estos se arrepentirá usted profundamente de lo que
me ha dicho.
—¿Está usted decidida a
que Iris no se case con ese joven? —le pregunté.
—Le he rogado que se
case con él —me contestó—. Ya sé que esto será la causa de mi muerte, pero da
lo mismo. Ya sé que no le importo a nadie y que soy una carga para todos.
—¿Le dijo usted eso a
ella?
—Me obligó a decirlo.
—Eso es ridículo. No
creo que haya nadie que la obligue a usted a hacer lo que no quiere.
—Por mi parte, puede
casarse mañana mismo si así lo desea. Si muero a consecuencia de ello, habré
terminado de una vez.
—Perfectamente.
Corramos el riesgo, ¿quiere?
—¿No siente usted
compasión por mí?
—No puedo compadecer a
una persona que me divierte tanto —le respondí.
Un ligero rubor tiñó
las mejillas de Louise, y aunque parecía sonreír, sus ojos miraban con dureza y
odio.
—Iris se casará dentro
de un mes —me dijo—, y si algo me pasa espero que tanto usted como ella sabrán
perdonarse mutuamente.
La palabra de Louise
era como un documento. Se fijó la fecha, mandó que le hicieran un soberbio
ajuar y se repartieron las invitaciones.
Iris y su joven
prometido no cabían en sí de gozo. Pero el día de la boda, a las diez de la
mañana, Louise, aquella endiablada mujer, tuvo uno de sus acostumbrados ataques
al corazón y falleció tranquilamente, perdonando a Iris por ser la causa de su
muerte…
William Somerset
Maugham / ˈwɪljəm ˈsʌməsət ˈmɔːm/, CH (París, Francia;
25 de enero de 1874-Niza, Francia; 16 de
diciembre de 1965) fue un escritor británico, autor de novelas, ensayos,
cuentos y obras de teatro. Durante la década de 1930 fue considerado el
escritor más popular y mejor pagado del mundo. A lo largo de 60 años escribió
más de 100 relatos y 21 novelas, además de gran número de piezas teatrales,
biografías, libros de viajes y ensayos.
Niñez y educación
El padre de Maugham era
un abogado que se ocupaba de los asuntos legales de la embajada británica en
París. Dado que la ley francesa preveía que todos los niños nacidos en
territorio francés estaban obligados a hacer el servicio militar, Robert Ormond
Maugham arregló las cosas para que William naciera en la embajada, salvándolo
así de la obligación de involucrarse en futuras guerras francesas y haciendo
técnicamente válido su nacimiento en "territorio británico". Su
abuelo, otro Robert, también había sido un prestigioso abogado y cofundador de
la English Law Society, y se daba por
hecho que William tendría que seguir los mismos pasos. Pero las cosas no
funcionaron así, a pesar de que su hermano mayor Frederic Herbert Maugham
desarrolló una distinguida carrera jurídica, convirtiéndose en Lord Chancellor entre 1938 y 1939.
La madre de Maugham,
Edith Mary Snell, era tuberculosa, una condición para la cual los médicos de la
época prescribían tener hijos. Así que Maugham tenía tres hermanos mayores, ya
escolarizados en centros de internado cuando él tenía tres años, por lo que fue
criado casi como hijo único. Por desgracia, el embarazo no fue efectivo contra
la enfermedad, y Edith Mary Maugham murió a los 41 años, seis años después de
dar a luz su último hijo. La muerte de su madre dejó a Maugham traumatizado
para toda la vida, y siempre tuvo la foto de ella en el cabecero de su cama
hasta su propia muerte a los 91 años en 1965. Además su padre murió dos años
después de cáncer y el niño quedó huérfano con apenas diez años.
Willie
fue enviado a Inglaterra para ponerlo bajo cuidado de su tío, Henry MacDonald
Maugham, vicario de Whitstable, en Kent. El traslado fue catastrófico, pues
Henry Maugham era un ser frío, distante e incapaz de amar. La King's School de Canterbury fue para él
casi una versión del Purgatorio donde estuvo interno durante todos sus años de
estudiante,
ridiculizado por su mal
inglés (su lengua materna era el francés) y su baja estatura, que había
heredado de su padre. En este periodo Maugham desarrolló una tartamudez que le
acompañaría toda la vida, a pesar de ser de carácter esporádico y depender de
su estado de ánimo y las circunstancias.
En la vicaría estaba
tan sometido a control que las emociones estaban prohibidas. Fue forzado a esconder
su temperamento y se le prohibió cualquier manifestación emocional, fuera de
que tampoco tenía oportunidad de ver a otros expresarlas. Como niño pacífico y
reservado, pero muy curioso y sensible, esta negación de las emociones de los
otros fue para él tan dura como la negación de los propios sentimientos. El
resultado fue que Maugham se convirtió en un desgraciado, tanto en la vicaría
como en la escuela, donde era maltratado por sus compañeros debido a su
tartamudez y baja estatura; para defenderse desarrolló la habilidad de hacer
observaciones sarcásticas que herían cruelmente a los que le hacían rabiar,
capacidad que se refleja a veces en los personajes de sus narraciones. Su
biógrafa Selina Hastings, que tuvo acceso a la correspondencia entre el escritor
y su familia, describe a un personaje vulnerable y cruel, un hombre escondido
dentro de una infranqueable coraza de distanciamiento británico, tímido y
acomplejado, incapaz de desenvolverse en sociedad por sí solo, ya que
necesitaba siempre de un acompañante en cualquier reunión o recepción que
rompiera el hielo, por lo general uno de sus amantes; asimismo, llegaba a ser
muy cruel con las personas que le querían, por lo que se quedó prácticamente
desahuciado de amistades en su ancianidad.
A los dieciséis años,
Maugham rehusó continuar en The King's
School y su tío le permitió viajar a Alemania, donde durante un año estudió
literatura, filosofía y alemán en la Universidad
de Heidelberg. De nuevo en Inglaterra, su tío le consiguió un puesto de
trabajo en una oficina de contabilidad, pero al mes Maugham lo dejó y volvió a
Whitstable. Su tío estaba disgustado, y se puso a buscar un nuevo empleo para
él. El de clérigo fue descartado porque un predicador tartamudo habría parecido
ridículo. También se excluyó el funcionariado, no por desagrado del propio
Maugham, sino porque, a raíz de las nuevas leyes que obligaban a pasar un
examen para acceder a la función pública, el tío consideraba que esta profesión
se había convertido en indecorosa para un caballero. El médico local sugirió la
medicina, y el tío aceptó con ciertas objeciones. Maugham había empezado a
escribir a los 15 años y deseaba fervientemente dedicarse a la literatura,
pero, por no ser mayor de edad, y la ya mencionada reserva que lo caracterizaba,
no se atrevió a confesar sus deseos a su tutor. Consecuentemente, invirtió los
siguientes cinco años de su vida como estudiante de medicina en Londres.
Carrera
Primeras obras
Muchos lectores y
algunos críticos han supuesto que los años de estudiante de medicina fueron
estériles para su creatividad. Pero el propio Maugham era de la opinión contraria.
Pudo vivir en la efervescente ciudad de Londres, conocer a personas de las
clases populares que nunca habría encontrado en otras profesiones, y verlas en
situaciones de extrema ansiedad y significado para sus vidas. En la madurez,
subrayó el valor literario de todo lo que vio como estudiante de medicina: «Vi
hombres morir. Los vi sufrir dolor. Aprendí qué era la esperanza, el temor y el
alivio...». De todo tomó notas en un Diario que redactaba cuidadosamente, y que
más adelante publicaría cuidadosamente extractado.
En aquel tiempo previo
a los medios de comunicación de masas estaban de moda ciertos libros, a menudo
escritos por hombres y mujeres que vivían de manera desahogada, que describían
el valor moral de una vida de padecimientos. Pero Maugham vio repetidamente,
una y otra vez, cómo corroían los padecimientos los valores humanos y cómo la
enfermedad volvía hostil y amarga a la gente, y nunca lo olvidó. Aquí,
finalmente, estaba la vida en toda su crudeza, y también la oportunidad de
examinar toda la gama de las emociones humanas.
Maugham cuidaba de su
vivienda, la amueblaba con placer, la llenaba de libretas con ideas literarias,
y escribía todas las noches a la vez que continuaba sus estudios de medicina.
En 1897, presentó su segundo libro a una editorial (el primero había sido una
biografía de Giacomo Meyerbeer
escrita a los dieciséis años en Heidelberg).
Liza
of Lambeth, una narración sobre un adulterio en la clase
obrera y sus consecuencias, bebe en las experiencias del estudiante practicante
de obstetricia en el suburbio londinense de Lambeth. La novela se encuadra en
el realismo social de los «escritores de los bajos fondos» como George Gissing
y Arthur Morrison. Con toda franqueza, Maugham aún se sintió obligado a
escribir en el prólogo de la novela: «Es imposible eliminar los errores del
hablar de Liza y de los otros personajes; por lo tanto, el lector tendrá que
recomponer en sus pensamientos las imperfecciones necesarias de los diálogos».
Liza
of Lambeth cosechó el éxito entre la crítica y el público, y
la primera impresión se vendió en cuestión de semanas. Eso fue suficiente para
convencer a Maugham, que ya se había licenciado, de abandonar la medicina y
embarcarse en una carrera literaria que duraría sesenta y cinco años. Sobre su
debut en la profesión de escritor diría posteriormente: «Me sentí como pez en el agua».
La vida de escritor le
permitió viajar y vivir en diferentes lugares, como España y Capri, durante la
siguiente década, pero sus siguientes diez obras no pudieron rivalizar con el
éxito de Liza. En el año 1906 inició una relación amorosa con Sue Jones y en
1907 volvió a conocer el éxito con su obra de teatro Lady Frederick. Durante el año siguiente tuvo cuatro obras de
teatro representándose simultáneamente en Londres, y la revista Punch publicó un dibujo de Shakespeare
mordiéndose las uñas con nerviosismo mientras vigilaba las carteleras. En 1913
terminó su relación con Sue Jones al rechazar esta sus propuestas de
matrimonio.
Éxito popular,
1914-1939
En torno a 1914,
Maugham era un hombre famoso, con 10 obras de teatro representadas y 10 novelas
publicadas. Demasiado mayor para alistarse al declararse la Primera Guerra
Mundial, Maugham sirvió en Francia como miembro de la Cruz Roja Británica, en
el llamado "Literary Ambulance Drivers" (Conductores de Ambulancia
Literarios), un grupo de 23 conocidos escritores entre los que estaban Ernest
Hemingway, John Dos Passos y E. E. Cummings. En este tiempo conoció a Frederick
Gerald Haxton, un joven de San Francisco que se convirtió en su compañero y
amante hasta que murió en 1944 (Haxton aparece bajo el nombre de Tony Paxton en
la obra de teatro de Maugham, de 1917, Our
Betters). Maugham era bisexual y tuvo amantes ilustres como H. G. Wells, W.
H. Auden, Lytton Strachey o Thomas Mann, pero el gran amor de su vida fue
Gerald Haxton. Durante la guerra Maugham continuó escribiendo; de hecho,
corrigió las pruebas de Of Human Bondage
en una localidad cerca de Dunkerque durante un descanso de sus tareas de
conductor de ambulancia.
Servidumbre
humana (Of Human Bondage, 1915) fue calificada por los
críticos de la época como «una de las novelas más importantes del siglo XX». El
libro parece ser bastante autobiográfico (la tartamudez de Maugham se
transforma en una deformación congénita de los pies de Philip Carey, el vicario
de Whitestable se convierte en el vicario de Blackstable, y Philip Carey es un
médico) no obstante el mismo Maugham insistió que se trataba de invención más
que de realidad. En todo caso, la estrecha relación entre ficción y realidad
fue una de las características de la obra de Maugham, a pesar de la obligada
declaración legal sobre el hecho de que "los personajes [de ésta o aquella
obra] son completamente imaginarios". En 1938 escribió: "Realidad y
ficción están tan mezcladas en mi obra que ahora, echando una ojeada en ella,
difícilmente puedo distinguir la una de la otra."
De su relación con
Syrie Barnardo, hija del fundador de orfanatos Thomas John Barnardo y esposa
del empresario farmacéutico inglés, nacido estadounidense, Henry Wellcome, tuvo
una hija llamada Mary Elizabeth Maugham, "Liza" (nacida Mary Elizabeth
Wellcome, 1915-1998). Henry Wellcome puso una demanda de divorcio contra su
esposa, designando a Maugham como co-responsable. En mayo de 1917, después del decree nisi, Syrie y Maugham se casaron.
Syrie se convirtió en una notable decoradora de interiores que popularizó las
habitaciones en blanco en la década de 1920. En 1922 Maugham le dedicó su
colección de cuentos On a Chinese Screen.
Se divorciaron entre 1927 y 1928, después de un matrimonio tempestuoso agravado
por los frecuentes viajes de Maugham y su ininterrumpida relación con Haxton.
Maugham volvió a
Inglaterra dejando sus tareas en la unidad de ambulancias para promocionar Of Human Bondage, pero tan pronto como
acabó, volvería con el fin de asistir a los esfuerzos de la guerra. Incapaz de
incorporarse de nuevo a la unidad de ambulancias, Syrie se las apañó para
presentarlo a un oficial de inteligencia de elevada graduación, conocido sólo
como "R"; y en septiembre de 1915 empezó a trabajar en Suiza,
recogiendo información para los servicios secretos, apoyándose en su categoría
de escritor.
En 1916 viajó al
Pacífico para documentarse sobre su siguiente novela, The Moon and Sixpence, basada en la vida de Paul Gauguin. Fue el
primero de los viajes a través de los estertores del mundo imperial de los años
1920 y 1930, que situaron a Maugham de manera definitiva en la imaginación
popular como el cronista de los últimos días del colonialismo en la India, el
Sureste Asiático, China y el Pacífico, aunque las obras en que se fundamenta
esta reputación no son más que una fracción de su obra global. En este viaje y
en los posteriores estuvo acompañado por Haxton, a quien consideraba
indispensable para su éxito como escritor. Maugham era profundamente tímido, y
el extrovertido Haxton lo ayudaba constantemente a conseguir el material humano
que Maugham convertía en ficción.
En junio de 1917 fue
reclamado por sir William Wiseman, jefe del Servicio
Secreto Británico (llamado más tarde MI6), para ejecutar una misión
especial en Rusia para conseguir implicar al Gobierno Provisional Ruso en la
guerra, haciendo frente a la propaganda pacifista de Alemania. Dos meses y
medio después, los bolcheviques tomaron el control. El trabajo se convirtió en
imposible, pero Maugham defendió posteriormente que si hubiera llegado seis
meses antes habría triunfado.
Tranquilo y observador,
Maugham tenía el temperamento idóneo para el trabajo de la inteligencia, que él
mismo creía que había heredado del hombre de leyes que fue su padre: una
destreza especial para emitir juicios fríos y la capacidad de no ser engañado
por las apariencias.
No dejando perder
ninguna experiencia de la vida real para la literatura, Maugham aprovechó las
experiencias como espía en una colección de cuentos sobre un espía caballeroso,
distante y sofisticado, llamado Ashenden,
(1928), un volumen que Ian Fleming citó como una de las influencias sobre su
personaje James Bond.
En 1928, Maugham
adquirió Villa Mauresque, una finca
de doce acres (48 500 m²) en Cap Ferrat, en la Riviera francesa, que sería su
casa para el resto de su vida, y uno de los mejores salones sociales y
literarios de los años 1920 y 1930. Su producción continuó siendo prodigiosa,
escribiendo para el teatro, novelas, ensayos y libros de viajes. En torno a
1940, cuando la caída de Francia lo forzó a abandonar la Riviera y convertirse
en un «refugiado», ya era uno de los escritores en lengua inglesa más famosos
del mundo, así como uno de los más ricos.
Gran veterano de las
letras
Maugham, a sus sesenta
años, pasó casi toda la Segunda Guerra Mundial en los Estados Unidos de
América, primero en Hollywood (donde trabajó en diversos guiones, y donde fue
uno de los primeros escritores en conseguir unas ganancias significativas con
las adaptaciones cinematográficas de sus obras) y después en el Sur. Durante su
estancia fue requerido por el gobierno de los Estados Unidos para dar
conferencias patrióticas en apoyo a la ayuda norteamericana a Gran Bretaña,
fuera o no como aliado combatiente. Gerald Haxton murió en 1944 y Maugham
volvió a Inglaterra, y después, en 1946, a su villa francesa, donde estableció
su residencia —interrumpida por sus frecuentes y largos viajes— hasta su
muerte.
El hueco dejado por la
muerte de Haxton en 1944 lo llenó Alan Searle. Maugham lo había conocido en
1928. Searle era un joven del suburbio londinense de Bermondsey, y ya había mantenido
relaciones con homosexuales mayores que él. Fue una compañía fiel, si no
estimulante.
Sin embargo, la vida
sentimental de Maugham jamás fue sencilla. Una vez confesó: «Principalmente he amado personas que no se
preocupaban, o lo hacían poco, de mí y cuando alguien me ha amado me he sentido
preocupado... Para no herir sus sentimientos, a menudo he simulado una pasión
que no sentía».
Los últimos años de
Maugham estuvieron tristemente empañados por diversos escándalos que es posible
que se desencadenasen a causa de la decadencia intelectual del escritor,
amenazado por el mal de Alzheimer. El joven Maugham habría sido demasiado
astuto y discreto como para cometer tales errores. El peor de estos escándalos,
y el que le costó el alejamiento de más amigos, fue el amargo ataque a la
difunta Syrie en un volumen de memorias aparecido en 1962, Looking Back. En los últimos años, Maugham adoptó a Searle como
hijo, con el propósito de asegurarle la herencia de la villa, una decisión que
no acogió bien su hija Liza y su esposo, lord Glendevon, y que expuso a Maugham
a más comentarios públicos.
Éxitos
El éxito comercial con
elevados volúmenes de ventas, las producciones teatrales de éxito (sobre todo
comedias de costumbres) y una larga serie de adaptaciones cinematográficas,
todo unido a unas astutas inversiones en bolsa, permitieron a Maugham vivir una
vida muy confortable. Pequeño y débil cuando niño, Maugham siempre se había
enorgullecido de su resistencia; la que le permitió como adulto mantener una
abundantísima producción literaria.
Sin embargo, a pesar de
sus triunfos, jamás consiguió un elevado respeto por parte de los críticos y
los compañeros escritores. Él mismo lo atribuía a su carencia de «lirismo», su
reducido vocabulario y un uso inexperto de la metáfora.
En efecto, parece que
Maugham no iba desencaminado, pues escribía en un estilo directo. No hay nada
en un libro de Maugham que necesite explicación al público por parte de los
críticos. El pensamiento de Maugham era claro y su estilo, lucido, preciso y
clásico, académico pero no pedante. Expresaba acerbas y, en ocasiones, cínicas
opiniones en una prosa bonita y civilizada. Escribió en un periodo en que la
literatura modernista experimental, como la de William Faulkner, Thomas Mann,
James Joyce y Virginia Woolf iba ganando la popularidad y el respeto de la
crítica. En este contexto, su prosa fue calificada como «un tejido de clichés del que sólo maravilla la capacidad del autor de
ensamblar tantos y tantos, y su infalible incapacidad de contar cualquier cosa
de manera original».
Su inclinación
homosexual también impregna su obra. Dado que en la vida real tendía a
considerar a las mujeres atractivas como rivales sexuales, a menudo presenta
las necesidades y tendencias sexuales de sus personajes femeninos de una manera
bien diferente a los autores de su época. Liza
of Lambeth, Cakes and Ale y The
Razor's Edge presentan mujeres dispuestas a no renunciar a sus intensos
deseos sexuales, sin preocuparse de las consecuencias.
También, el hecho de
que la tendencia sexual de Maugham se desaprobase o incluso se criminalizase en
los países que visitó, hizo que el escritor fuera particularmente tolerante con
los vicios ajenos, lo que le confirió una cierta aura de escritor decadente;
los lectores y los críticos lamentaban que Maugham no condenara clara ni
suficientemente a los malvados de sus obras. Maugham replicó en 1938: "Puede ser un defecto mío que no me
preocupan mucho los pecados de otros, a excepción de los que me afectan a mí en
persona."
La percepción del mismo
Maugham sobre sus propias capacidades era modesta; hacia el final de su carrera
dijo de él mismo que podía ser considerado como «un escritor de los mejores entre los de segunda fila».
Maugham había empezado
a coleccionar pinturas teatrales antes de la Primera Guerra Mundial y continuó
hasta el punto que su colección se convirtió en la segunda más importante,
después de la del Garrick Club. En 1948 anunció la donación de su colección al
Trustees of the National Theatre y,
desde 1951, unos 14 años antes de su muerte, se exhibe al público, habiéndose
trasladado en 1994 al Museo del Teatro de
Covent Garden.
Principales obras
Se considera que Of Human Bondage (Servidumbre humana),
obra maestra de Maugham, viene a ser una novela autobiográfica, pues su
protagonista, Philip Carey, es huérfano y lo cría un tío en exceso piadoso,
como en el caso de Maugham. La deformación de los pies de Philip le provoca una
gran autoconciencia y vergüenza, que evocan los problemas de Maugham con su
tartamudez. Las últimas novelas de éxito también estaban basadas en personajes
reales: The Moon and Sixpence narra
la vida de Paul Gauguin, y Cakes and Ale
contiene sutiles caracterizaciones de los escritores Thomas Hardy y Hugh
Walpole.
La novela más
importante de Maugham, El filo de la
navaja (The Razor's Edge), publicada en 1944, fue un caso atípico dentro de
su producción. Aunque la mayor parte de la novela se desarrolla en Europa, sus
principales personajes son americanos y no británicos. El protagonista es un
decepcionado veterano de la Primera Guerra Mundial que abandona a sus amigos
ricos y su estilo de vida y viaja a la India en busca de la iluminación. El
elemento autobiográfico está de nuevo presente, ya que el protagonista se había
enrolado como voluntario en una unidad de aviación y Maugham hizo lo propio en
una unidad de ambulancias de la Cruz Roja. Los temas del misticismo oriental y
el asco provocado por la guerra chocaron a los lectores en unos momentos en que
estaba acabando la Segunda Guerra Mundial, y enseguida se hizo una adaptación
cinematográfica.
De entre sus
narraciones cortas, destacan las que tienen que ver con las vidas de los
colonos, muchos de ellos británicos, del lejano oriente, en las que se trata
harto a menudo el precio emocional que deben pagar los colonos por su
aislamiento. Algunas de las más destacables dentro de este género son Rain, Footprints in the Jungle, y The
Outstation. Rain, en especial,
que narra la desintegración moral de un misionero que intentaba convertir a
Sadie Thompson, una prostituta de una isla del Pacífico, adquirió una gran fama
y se ha adaptado al cine en diversas ocasiones por su genial retrato de la
hipocresía moral. Maugham dijo que muchas de sus narraciones cortas estaban
basadas en historias reales que oyó durante sus viajes a los confines del
imperio británico. Dejó tras de él una larga colección de anfitriones enojados,
y un escritor anti-Maugham contemporáneo redactó una memoria de sus viajes
titulada Gin and Bitters. La prosa contenida
y distante de Maugham le permite explorar las tensiones y las pasiones sin caer
en el melodrama. Su novela The Magician
(1908) está basada en el ocultista británico Aleister Crowley.
Maugham fue uno de los
escritores de viajes más destacados de los años de entreguerras, y puede
equipararse con contemporáneos de la talla de Evelyn Waugh y Freya Stark. Entre
sus mejores obras de este estilo cabe destacar The Gentleman in the Parlour, sobre un viaje a través de Birmania,
Siam, Camboya y Vietnam, y On a Chinese
Screen, una serie de breves viñetas que pueden ser, incluso, borradores de
cuentos que jamás desarrolló.
Influido por los
diarios que publicó el escritor francés Jules Renard, Maugham publicó en 1949
unas selecciones de sus propios diarios bajo el título de A Writer's Notebook. Aunque los textos seleccionados son, por
naturaleza, episódicos y de calidad variable, cubren más de 50 años de la vida
del escritor y contienen mucho material interesante para los eruditos y
admiradores de Maugham.
Influencia
En 1947, Maugham
instituyó el Premio Somerset Maugham,
para reconocer al mejor escritor británico menor de treinta y cinco años, por
una obra de ficción publicada el año anterior. Entre los escritores ganadores
del premio se encuentran V. S. Naipaul, Kingsley Amis, Martin Amis y Thom Gunn.
A su muerte, donó sus manuscritos al Royal
Literary Fund.
Uno de los pocos
escritores posteriores que han reconocido su influencia ha sido Anthony
Burgess, que incluyó un complejo y ficticio retrato de Maugham en la novela Earthly Powers. George Orwell también
manifestó que en su estilo había influencias de Maugham. El norteamericano Paul
Theroux, en su recopilación de cuentos The
Consul's File, actualiza el mundo colonial de Maugham en un ambiente de
expatriados en la moderna Malasia.
La película de 1995 Se7en tiene un personaje interpretado
por Morgan Freeman llamado teniente Somerset. El filme contiene referencias
explícitas a Of Human Bondage.
Obras
Narrativa, libros de
viajes y crítica
Liza of Lambeth (1897) -Liza de Lambert-
The Making of a Saint (1898)
Orientations (1899)
The Hero (1901)
Mrs Craddock (1902)
The Merry-go-round (1904)
The Land of the Blessed Virgin: Sketches and
Impressions in Andalusia (1905)
The Bishop's Apron (1906)
The Explorer (1908)
The Magician (1908)
Of Human Bondage (1915) -Servidumbre humana-
The Moon and Sixpence (1919) -Soberbia-
The Trembling of a Leaf
(1921) -El temblor de una hoja-
On A Chinese Screen
(1922) -En un biombo chino. Viaje por la cuenca del río Yangzi-
The Painted Veil (1925)
-El velo pintado-
The Casuarina Tree (1926)
The Letter (Stories of Crime) (1930)
Ashenden: Or the British Agent (1928) -Ashenden o el
agente secreto
The Gentleman In The Parlour: A Record of a Journey
From Rangoon to Haiphong (1930)
Cakes and Ale: or, the Skeleton in the Cupboard (1930)
-Pasteles y cerveza-
The Book Bag (1932)
The Narrow Corner (1932) - El estrecho rincón-
Ah King (1933) -El rey-
The Judgement Seat (1934)
Don Fernando (1935)
Cosmopolitans - Very Short Stories (1936)
My South Sea Island (1936)
Theatre (1937)
The Summing Up (1938)
Christmas Holiday
(1939) -Vacaciones de Navidad, Un extraño en París-
Princess September and The Nightingale (1939)
France At War (1940)
Books and You (1940)
The Mixture As Before
(1940)
Up at the Villa (1941)
-El misterio de la villa, también publicada en castellano como En una villa
florentina-
Strictly Personal (1941)
The Hour Before Dawn (1942) -Antes de amanecer-
The Unconquered (1944)
The Razor's Edge (1944)
-El filo de la navaja-
Then and Now (1946) -Entonces y ahora-
Of Human Bondage - An Address (1946)
Creatures of Circumstance (1947)
Catalina (1948) -Catalina-
Quartet (1948) -Cuarteto-
Great Novelists and Their Novels (1948)
A Writer’s Notebook
(1949) -Cuadernos de un escritor-
Trio (1950)
The Writer’s Point of View' (1951)
Encore (1952)
The Vagrant Mood (1952)
The Noble Spaniard (1953)
Ten Novels and Their Authors (1954) -Diez grandes
novelas y sus autores-
Points of View (1958)
Purely For My Pleasure (1962)
Teatro
A Man of Honour (1903)
Lady Frederick (1912)
Jack Straw (1912)
Mrs Dot (1912)
Penelope (1912)
The Explorer (1912)
The Tenth Man (1913)
Landed Gentry (1913)
Smith (1913)
The Land of Promise (1913)
The Unknown (1920)
The Circle (1921)
Caesar's Wife (1922)
East of Suez (1922)
Our Betters (1923)
Home and Beauty (1923)
The Unattainable (1923)
Loaves and Fishes (1924)
The Constant Wife (1927)
The Letter (1927)
The Sacred Flame (1928) -La llama sagrada-
The Bread-Winner (1930)
For Services Rendered (1932)
Sheppey (1933)
Adaptaciones
cinematográficas
Sadie Thompson (1928),
película muda con Gloria Swanson y Lionel Barrymore. Basada en el cuento Miss
Thompson que posteriormente se renombró a "Rain".
The Letter (1929) con Jeanne Eagels, O.P. Heggie,
Reginald Owen y Herbert Marshall. Basada en la obra de
teatro del mismo título.
Lluvia (1932), la
primera versión sonora de la narración, con Joan Crawford y Walter Huston.
Of Human Bondage (1934) con Leslie Howard y Bette
Davis. Basada
en la novela del mismo título.
The Painted Veil (1934) con Greta Garbo y Herbert
Marshall. Basada en la novela del mismo título.
The Secret Agent (19360
con Medeleine Carroll y Peter Lorre. Basada libremente en dos relatos
contenidos en Ashenden: or the British Agent: "The Traitor" y
"The Hairless Mexican". Dirigida por Alfred Hitchcock.
The Vessel of Wrath
(1938) con Charles Laughton; estrenada en los EE.UU. como The Beachcomber.
Basada en la novela del mismo título.
La carta (1940) con
Bette Davis, Herbert Marshall, James Stephenson, Frieda Inescort y Gale
Sondergaard. Basada en la obra de teatro del mismo título.
The Moon and Sixpence (1942) con George Sanders. Basada
en la narración corta del mismo título.
The Razor's Edge (1946) con Tyrone Power y Gene
Tierney. Basada en la novela del mismo título.
Of Human Bondage (1946) versión con Eleanor Parker.
Quartet (1948) Maugham
aparece como él mismo en la introducción. Basada en algunos de sus cuentos.
Trio (1950) Maugham
aparece como él mismo en la introducción. Basada en algunos de sus cuentos.
Encore (1952) Maugham
aparece como él mismo en la introducción. Basada en algunos de sus cuentos.
Miss Sadie Thompson
(1953), una versión semi-musical con Rita Hayworth y José Ferrer.
The Beachcomber (1958).
Basada en la novela The Vessel of Wrath; no se ha de confundir con la película
de 1938.
Julia, du bist
zauberhaft (1962) con Lilli Palmer y Charles Boyer. Basada en la novela
Theatre.
Of Human Bondage (1964)
versión con Laurence Harvey y Kim Novak.
The Letter (1969) con Eileen Atkins. Basada
en la novela del mismo título. (Hecha para la televisión)
The Letter (1982) con
Lee Remick, Jack Thompson y Ronald Pickup. Basada en la obra de teatro del
mismo título. (Hecha para la televisión)
The Razor's Edge (1984)
con Bill Murray. Basada en la novela del mismo título.
Up at the Villa (2000)
con Kristin Scott Thomas y Sean Penn, dirigida por Philip Haas. Basada en la
novela del mismo título.
Being Julia (2004) con Annette Bening. Basada
en la novela Theatre.
El velo pintado (2006)
con Naomi Watts y Edward Norton. Basada en la novela del mismo título.
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